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Sus ojos volvieron a centrarse en ella; en esa chica que se adueñaba de sus pensamientos y sentimientos, pues era nada más ni nada menos que su novia. Aún recordaba la declaración de la peliazul y lo tierna y hermosa que se veía con sus mejillas sonrojadas.
«(Nombre) estaba peleando con Natsu hasta que escuchó una melodiosa voz tras ellos.
— (Nombre)-sama — el nombrado se quedó rígido y se giró hacia ella.
— ¿Ocurre algo, Juvia? — la chica lo miró con sus mejillas sonrojadas mientras sus manos se movían con nerviosismo.
El chico se mordió el labio por dentro al ver lo hermosa que estaba en ese estado de nerviosismo. Hacía tiempo que le llamaba "(Nombre)-sama", y eso le hacía sentirse más unido a ella. Debía admitir que llevaba tiempo enamorado de ella, pero que todas sus esperanzas se fueron al verla tan enamorada de Gray, hasta que llegó un día en el que ella comenzó a llamarle así, sintiendo que cada vez más se iban haciendo más cercanos. Incluso había ido a casa de ella y no había encontrado rastro de ningún peluche de Gray; algo que le sorprendió.
Juvia cogió su mano y lo dirigió hacia fuera del gremio, sin mirarle a los ojos durante el camino. Una vez estuvieron solos, lo soltó y miró sus ojos con determinación.
— (Nombre)-sama... Juvia quiere decirle que... Que... — toda esa determinación de acabó cuando comenzó a hablar.
Se puso roja y se tapó la cara con las manos.
— Juvia, ¿Estás bien? Me estas preocupando... — el chico alzó la mano y apartó las de ella de su rostro, quedando embobado al contemplar su rostro rojo y sus ojos llorosos por los nervios y la vergüenza de lo que sea que quería decirle.
Estaba aguantando las ganas de lanzarse y besar sus labios.
— Juvia... Juvia lo ama. Lo ama mucho.
Dicho esto, bajó la mirada avergonzada, pero no por mucho tiempo, pues (Nombre) alzó su barbilla con un dedo para así poder acercarse a ella y besar por primera vez sus labios. Aquellos que tanto había deseado probar.
La peliazul no tardó en corresponder. Abrazó su cuello y se puso de puntillas para profundizar aún más el beso, mientras el castaño abrazaba su cintura con los brazos, acercando su cuerpo al de él.
