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Estar casada con un hombre serio y que muy pocas veces sonreía era a veces molesto, pero otras veces gracioso, pues debido a su orgullo y carácter se hacía gracioso ver cómo tenía que lidiar con sus hijos. (Nombre) se había casado con un hombre así, uno que no solía mostrar su amor hacia ellos, pero que en el fondo los amaba con toda su alma.
Para él su familia era lo más importante del mundo y su esposa era la mujer más hermosa y perfecta de todas; no existía ninguna más sexy para él, solo ella.
Al principio, le costó bastante declararse a ella, pues no sabía bien cómo hacerlo. Su orgullo le impedía tomar la iniciativa, pero su vergüenza lo complicaba aún más. Al final fue ella la que se declaró a él y la que tomó la iniciativa para darse el primer beso de pareja, aunque el segundo lo dio él al no quedarse satisfecho con el primero.
Después, los años en pareja fueron pasando hasta que se casaron y tuvieron hijos, dos mellizos: un chico y una chica. Se llamaban Haru y Naomi y eran igual de amorosos que su madre, lo que hacía gracioso ver cómo los pequeños de 3 años intentaban abrazar a su padre, pero este se quedaba rígido con un semblante serio, sin saber que hacer. (Nombre) acababa siempre con dolor de barriga debido a la risa de ver aquella escena. Eso sí, después Vegeta la castigaba por la noche por reírse de él, aunque amaba mucho sus castigos, a pesar de que luego le costara andar un poco por las agujetas en sus ingles.
— No vuelvas a reírte de mí si no quieres que vuelva a hacerte gritar — le avisó mientras se tumbaba a su lado con la respiración agitada y complemente desnudos.
— Mmm~ Entonces creo que volveré a hacerlo~
Sonrió besando el hombro de su esposo, el cual soltó un suspiro y le acarició la cabeza lentamente.
— Eres demasiado pervertida...
— Pero te gusta que lo sea, amor — él le miró y no dijo nada, solo besó lentamente sus labios y acarició sus piernas con suavidad, posicionando una encima de su abdomen.
— La verdad que sí...
Iban a volver a besarse, pero las voces de sus hijos hicieron que se separaran. Los mellizos entraron por la puerta, sorprendiendo a la pareja. (Nombre) se tapó mejor con la manta y miró a sus hijos sonrojada.
— ¿Qué hacéis aquí, enanos? — preguntó su padre mientras se sentaba en la cama con cuidado de no destapar a su esposa.
— Queremos jugar contigo, papi.
Haru se subió a la cama y se echó a los brazos de Vegeta, el cual abrió los ojos sorprendido. Se giró y miró a su mujer, la cual le sonrió y le guiñó un ojo mientras abrazaba a su hija con cuidado de no bajar la manta.
— Pero contigo también, mami — comento la pequeña con una sonrisa muy tierna.
— Bueno, pues esperad a fuera y ahora salimos a jugar con vosotros.
Ellos gritaron de alegría y salieron corriendo hacia el comedor, cerrando la puerta detrás de ellos. El pelinegro suspiró y se echó sobre la cama. Esos niños eran demasiado hiperactivos.
La chica sonrió y le acarició la mejilla, haciendo que sus ojos se fijaran en ella.
— Vamos a vestirnos, luego continuamos con el castigo — susurró sobre sus labios para segundos después depositar un corto y dulce beso sobre ellos.
Se levantó y comenzó a vestirse ante la atenta mirada del chico, quién chasqueó la lengua resignado y se levantó también para comenzar a vestirse.
— Malditos críos... No podían esperar un poco más a que terminara con el castigo...
(Nombre) se rio y negó con la cabeza algo divertida. Podía llamarle pervertida, pero él también lo era.
Una vez se vistieron, salieron de la habitación y pasaron la tarde jugando con sus hijos, hasta que se quedaron tan cansados que se durmieron en los brazos de cada uno.
Vegeta traía en brazos a la pequeña Naomi mientras su esposa tenía al pequeño y revoltoso Haru. Se miraron a los ojos y sonrieron, ambos, incluso él. Pues ver a sus hijos dormir tan tranquilamente le provocó un sentimiento de ternura.
Los llevaron hasta su habitación y los tumbaron es sus camas, arropándolos. (Nombre) besó la frente de cada uno y salieron sin hacer ruido.
— Sé que no lo digo mucho pero... — comenzó a decir el pelinegro mientras la abrazaba con delicadeza y le miraba a los ojos con un brillo de amor en los de él. — Estoy tan feliz de tener una familia como esta... De verdad que os amo muchísimo a los tres y no me molestaría tener otro hijo, la verdad — esto último lo susurró en su oreja, haciendo estremecer a su esposa, quién sonrió y acarició sus hombros lentamente.
— Pues vayamos a por el tercero, entonces...
No necesitó nada más para cogerla en brazos y llevarla hasta la habitación, tumbándola en la cama para después comenzar a besar sus labios y desnudarla, haciendo el amor varias veces esa noche, intentando no despertar a sus hijos en ningún momento.
No sólo él era feliz en esa familia; (Nombre) también lo era. Al principio cuando lo conoció no pensó que fuera a amar tanto a una persona tan seria como él, pero así fue. Acabó enamorandose perdidamente de él y teniendo hijos con él, unos hijos hermosos y revoltosos que amaba tanto como lo amaba a él. Se alegraba de haberse confesado aquel día.