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Hiro caminaba por el pasillo del dormitorio común, con la mente aún revuelta por el último entrenamiento en el Franxx. El sol se filtraba a través de las ventanas altas, y el aire olía a metal y a esa humedad constante que impregnaba todo en la plantación. Zero Two lo esperaba en su habitación, como siempre, con esa sonrisa juguetona que lo desarmaba. Habían pasado meses desde que se conectaron por primera vez, y su vínculo se había fortalecido, pero últimamente la tensión entre ellos era palpable, como una corriente eléctrica que no se apagaba.
Abrió la puerta con cuidado, y allí estaba ella, sentada en la cama con las piernas cruzadas, hojeando un viejo libro que había encontrado en la biblioteca abandonada. Llevaba su uniforme ajustado, el que marcaba cada curva de su cuerpo, y su cabello rosado caía en ondas sueltas sobre los hombros. Al verlo, levantó la vista y sus ojos verdes se iluminaron con esa mezcla de picardía y cariño que solo le dedicaba a él.
—Darling, por fin llegas —dijo con voz suave, pero con un tono que invitaba a más—. Te he estado esperando. El entrenamiento ha sido duro, ¿verdad? Ven, siéntate aquí conmigo.
Hiro se acercó, sintiendo cómo su pulso se aceleraba solo con mirarla. Se sentó a su lado en la cama, y el colchón se hundió un poco bajo su peso. Ella se inclinó hacia él, rozando su hombro con el suyo, y el contacto fue como una chispa. No era la primera vez que estaban así de cerca, pero cada vez parecía más intenso, más cargado de promesas no dichas.
—Sí, ha sido intenso —respondió Hiro, intentando sonar casual, aunque su voz salió un poco ronca—. Pero contigo pilotando, siempre salimos adelante. ¿Qué estás leyendo?
Zero Two cerró el libro y lo dejó a un lado, girándose completamente hacia él. Su mano subió hasta su mejilla, y sus dedos trazaron una línea suave por su mandíbula. Hiro sintió un escalofrío, pero no se apartó; al contrario, se acercó más, atraído por esa calidez que emanaba de ella.
—Es un cuento viejo sobre humanos y amor —explicó ella, con una sonrisa traviesa—. Pero no es tan interesante como lo que tenemos nosotros. Darling, ¿sabes que cada vez que nos conectamos en el Franxx, siento todo lo que sientes? Tus pensamientos, tus deseos... Todo.
Hiro tragó saliva, consciente de que ella podía leerlo como un libro abierto. Durante las sincronizaciones, sus mentes se fundían, y no había secretos. Últimamente, esos deseos habían crecido, se habían vuelto más urgentes, y sabía que ella los compartía. La miró a los ojos, y vio el reflejo de su propia hambre en ellos.