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(Nombre) observó de reojo a su compañero y amigo Kakashi. Este estaba leyendo el mismo libro de siempre mientras unas chicas intentaban coquetear con él. Era lógico, pues a pesar de tener casi toda la cara tapada, seguía siendo guapo y sexy. A las mujeres les atraía esa mirada y ese misterio que transmitía; y (Nombre) no era la excepción...
La pelirroja había caído cautivada desde el primer día que lo vio, cuando eran unos gennin, y a pesar del tiempo seguía rendida a sus pies, a pesar de ser unos adultos ella seguía pillada por el chico.
Desvió la mirada hacia los papeles que tenía en las manos, poniendo un semblante triste. No sabía cómo llamar su relación con él. Hace un par de semanas habían comenzado algún tipo de coqueteo en el que casi siempre terminaban en la cama... ¿Podría decirse que eran amigos con derechos? La verdad es que no lo sabía, nunca lo hablaron, simplemente acababa sucediendo... Sus labios se atraían como dos imanes y sus cuerpos se unían sin que se dieran cuenta. Es por lo que se encontraba tan confusa... Ella no quería ese tipo de relación, pero le era imposible negarse a sus besos... Se sentía estúpida, pero no podía evitarlo.
Alzó la mirada, dando un pequeño paso hacia delante, pero de pronto sintió un pequeño mareo. Se sujetó rápidamente de la pared más cercana, dejando caer todos los papeles al suelo. Su vista se puso borrosa y sus oídos comenzaron a taponarse. Lo último que escuchó antes de desmayarse fue la voz de Kakashi.
Al despertar ya no se encontraba en la calle, sino en su habitación, tumbada en su cama y arropada hasta el cuello. Intentó sentarse en la cama, haciendo que algo se cayera encima suya. Era una pequeña toalla mojada.
— No te muevas — giró su rostro hacia el remitente de esa voz, encontrándose con el peliblanco —. Túmbate o no te va a bajar la fiebre — le obligó a tumbarse y le puso de nuevo la toalla sobre su frente.
— ¿Qué ha pasado?
— Te has desmayado por la fiebre. Tsunade a dicho que se debía al exceso de trabajo y estrés. Me ha dicho que tienes que descansar para ponerte mejor y evitar una recaída.
— ¿Y que ha sido del papeleo?
— Me he encargado yo mientras dormías — la chica se sorprendió.
— ¿En serio? Pero no era tu trabajo.
— Me da igual, no lo ibas a hacer tú. No voy a dejar que te agobies con el trabajo.
