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Eren no podía eliminar aquellas imágenes de su cabeza, aquellas en las que (Nombre) se hallaba en las garras de un titán, al borde de la muerte... Estuvo a punto de verla morir frente a sus ojos si no hubiera sido gracias a él y a Mikasa, los cuales llegaron a tiempo para salvarla.
Era algo que no podía quitarse de la cabeza... Haber estado a punto de perderla le hacía darse cuenta de muchas cosas. Si ella hubiese fallecido, algo en su interior habría muerto junto a ella. Ya perdió a su madre, no quería ni podía soportar perder a su amiga de la infancia, la chica que amaba, mucho menos sin haberle confesado sus sentimientos. Antes la sensación de ser rechazado y perder la amistad que había tenido con ella desde pequeños le hacía pensarlo dos veces antes de siquiera mostrar un poco sus sentimientos, más aquella experiencia le había abierto los ojos y le había arrebatado aquel miedo que no le permitía dar aquel paso. Por eso mismo, tenía bien claro qué era lo que tenía que hacer. Aún si le rechazaba, se sentiría más tranquilo al haber podido exponer sus sentimientos.
Esa misma noche, mientras todos estaban en sus habitaciones, se escabulló hacia las duchas, sabiendo que (Nombre) se encontraba allí en ese momento; y lo mejor de todo es que estaba sola, era el momento perfecto para declararse, aunque se olvidaba de un pequeño detalle...
Cuando llegó, pudo observar como su amiga salía de una de las duchas con la toalla enrollada en su cuerpo, lo que hizo que un rubor se formase en sus pómulos, incluidos los de ella. Ésta, al darse cuenta de que no estaba sola, se sorprendió y se ruborizó hasta el punto de sentir su cara arder.
— ¿E-Eren? — preguntó con su corazón latiendo de los nervios y la vergüenza, mientras intentaba que la toalla no se cayese al suelo.
El castaño volvió en sí al escuchar su voz, recordando el motivo por el cual había ido allí. Respiró hondo y dio un paso hacia ella, apretando sus puños por los nervios y sintiendo como su pecho latía con fuerza. Tenía miedo de su reacción, pero era ahora o nunca.
— (Nombre), yo... tengo algo que siempre he querido decirte, pero que nunca me he atrevido a hacerlo... — comentó mientras su mano pasaba por su cabello castaño, centrando su mirada en los orbes castaños de la chica —. Verás, siempre me he sentido atraído hacia ti... Incluso cuando éramos unos niños... Siempre me has gustado... — dijo esto con una sonrisa en los labios, dejando a su amiga más nerviosa y roja —. Pero después ese sentimiento se hizo más fuerte y... bueno, lo que quiero decir es que estoy enamorado de ti — dicho esto, caminó hacia ella, hasta dejar unos pocos centímetros de diferencia —. Al haber visto tu posible muerte me ha hecho darme cuenta de que no quiero perderte y que necesitaba contarte esto... — susurró para segundos después acariciar la mano de la chica.
