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El líder de la Orden de las Sombras, Zed, se quitó su casco y dejo sus armas a un lado de la entrada una vez llegó a su casa, una acogedora cabaña. Soltó un largo suspiro y pasó una mano por sus cabellos blanquecinos. Estaba cansado, había tenido una batalla y lo único que quería hacer era descansar y...
— Buenas noches, cariño — una voz suave y dulce detuvo sus pensamientos.
No pudo evitar sonreír al ver a su amada frente a él, recibiéndolo con una sonrisa cálida. Si, lo que más deseaba era poder estar con ella, la única persona que podía sacar su lado dulce.
Se acercó a la castaña y besó dulcemente su frente.
— ¿Estás cansado? — le preguntó la chica mientras le ayudaba a quitarse la armadura y se alejaba con la intención de dejarla guardada en algún sitio, no obstante, él la detuvo sujetándola de la cintura.
— Un poco, pero aún tengo fuerzas para ti — susurró muy cerca de su oreja, consiguiendo sacarle un estremecimiento a su pareja.
No tuvo tiempo de responder, pues Zed ya estaba cogiéndola en brazos y llevándola a la habitación, mientras sus labios devoraban los de ella.
La dejó en la cama y volvió a unir sus labios, acariciando su cintura lentamente, sacándole de paso la camiseta que usaba de pijama.
Se mordió el labio al verla solo con un pantalón, dejando la parte de arriba completamente libre. Se inclinó y besó suavemente uno de sus pezones, notando cómo su cuerpo se estremecía bajo el de él.
Agarró sus muñecas cuando notó que intentaba acariciarle y se las alzó sobre la cabeza.
— Lo siento, querida, pero hoy quiero hacerlo todo yo — comentó al mismo tiempo que se quitaba el cinturón del pantalón y lo usaba para atar las manos de la chica en la cabecera.
Ella hizo pucheros, pero su expresión cambió al sentir un dedo en su parte íntima, acariciando por encima de la ropa.
Las robustas manos de su pareja se encargaron de retirar el resto de la ropa, dejándola desnuda y a su merced.
— He echado tanto de menos esto — soltó con una voz grave, sonando desesperado por hacerle lo que llevaba días deseando.
