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(Nombre) miraba cómo Monoma se burlaba de la clase 1-A, la misma en la que ella estaba. No comprendía cómo aquel rubio charlatán y pesado podía haberle robado el corazón. Era insoportable, pero al mismo tiempo adorable. Había una fusión extraña de sentimientos en su pecho cuando lo veía a los ojos.
Su cuerpo se tensó al encontrarse con su mirada. En ese momento él dejó de hablar y, con un rubor en sus mejillas, se dio media vuelta sin decir nada y se fue. Sus compañeros de la clase 1-B se disculparon con los de la A y lo siguieron, preguntando la razón de su extraño comportamiento.
La chica lo había notado, había visto sus mejillas rosadas, aunque no entendía el por qué, sentía que ella era la razón. Sintió una sensación cálida en el pecho. Sabía que no debía hacerse falsa esperanzas, pero deseaba que su corazonada fuese real. Si él también sentía algo por ella no iba a desaprovechar la oportunidad, lo tenía claro.
Al final del día decidieron por ir todos al karaoke, pero al parecer no fueron los únicos que pensaron eso. Sus compañeros de la clase B también habían decidido ir a aquel lugar.
Monoma estaba a punto de decir algo cuando vio a (Nombre), acto que hizo que su boca se cerrase y apartase la mirada. Kendo había notado ese gesto, así que, con una sonrisa de lado, planeó una idea para que su amigo tuviese una oportunidad de estar junto a aquella chica.
— Hola chicos ¿Vosotros también vais al karaoke? — al recibir una respuesta afirmativa por parte de ellos sonrió. — Que bien ¿Qué tal si vamos todos juntos?
Sus compañeros de clase la miraron confundidos, sobre todo Monoma, más no dijeron nada. Iida habló por los demás, aceptando la oferta y haciendo que ambas clases fueran a elegir una sala amplia, pues eran bastantes.
— (Nombre), Monoma ¿Podéis ir a comprar bebidas? Gracias — dijo para irse antes de que pudieran siquiera responder.
Ambos se quedaron quietos en silencio, observando como sus amigos se alejaban y se adentraban a la sala que habían alquilado. Se miraron de reojo y volvieron a apartar la mirada con un pequeño rubor. La chica sabía que esa era su oportunidad de acercarse a él, que no debía desaprovecharlo, más le era imposible actuar y dar el primer paso. Por suerte, no le hizo falta.
— ¿Estás bien? — preguntó el rubio.
Al girarse se dio cuenta que él ya había comenzado su camino hasta la tienda. Asintió avergonzada y se acercó a él, con la mirada baja, pensando en cómo hacer para entablar una conversación, más no volvió a ser necesario.
— Oye ¿Puedo preguntarte algo?
Centró su mirada con la de él, sin apartarla por primera vez. Ella asintió, embobada con sus ojos, memorizando cada uno de esos rasgos que se encontraban tranquilos. Definitivamente lo prefería de esa forma, relajado y sin burlas. Verlo con un rubor en sus mejillas y su rostro serio hacía que su estomago se revolviera de los nervios.
Se quedaron así, mirándose a los ojos en silencio, hasta que él decidió por seguir hablando.
— Sé que no hemos hablado mucho y que siempre me estoy metiendo con tu clase, pero... ¿Crees que... podríamos quedar nosotros dos solos... otro día? — preguntó con algo de nervios, mientras se rascaba la mejilla, pero sin apartar su mirada por mucho que le costase.
(Nombre) sintió la sangre subir a su cabeza, su estomago revolverse con fuerza y sus labios estirarse hasta formar una sonrisa radiante que dejó sin aliento al chico.
— Me encantaría.
Con dicha respuesta, el corazón de Neito comenzó a latir con fuerza, debido a la felicidad y los nervios del momento. No dijeron nada más, simplemente fueron a comprar las bebidas para volver con sus amigos, pero esta vez sin desviarse la mirada, sin sentir nada incómodo entre ellos; más que eso, se sentían más unidos, más cercanos.
Durante la tarde estuvieron la mayor parte del tiempo juntos. Cantaron canciones ellos dos solos o con otras personas, hablaron cuando estaban sentados, incluso la acompañó hasta su casa. Sus amigos habían notado una atmosfera rara entre ellos, así que decidieron no molestar en ningún momento para que floreciese por fin su relación, para que de una vez dejasen de comportarse como polluelos recién nacidos, para así alzar el vuelo y salir del nido en el que estaban, dando un paso hacia una relación entre ellos dos.
Gracias a eso, ellos dos se quedaron solos en el camino hacia su casa, más no había ningún tipo de incomodidad. Hablaron de cualquier cosa y ella se reía de algunas bromas que él hacía, o de los comentarios engreídos que soltaba, aunque nada de eso le molestaba; se había enamorada de cada una de sus facetas.
Una vez en frente de su hogar, el rubio aprovechó para concertar una cita con ella al día siguiente por la tarde.
— ¿Te parece bien el cine? — propuso.
— Es una buena idea — aceptó (Nombre) con una sonrisa, la cual contagió a su amigo.
— Pues nos vemos mañana — se despidió, pero, antes de que pudiese darse la vuelta, recibió un dulce y tímido beso en la mejilla, dejándolo completamente anonadado y con un rubor fuerte en sus mejillas.
— Hasta mañana, Monoma-kun — susurró la chica, para segundos después correr hasta el interior de su casa.
El rubio se quedó de pie, solo, pensando en lo recién ocurrido. Su pecho no paraba de latir con fuerza, como si fuese a salirse en cualquier momento; su sonrisa se ensanchaba a cada segundo que pasaba, hasta parecer un loco; su cara estaba más roja que un tomate; y sus piernas temblaban con el deseo de pegar saltos de alegría, como un niño en Disneyworld.
Al volver en sí, se dio media vuelta y comenzó su camino hasta su hogar, pensando en la cita del día siguiente e ideando un plan para que todo saliese perfecto. Quería comprar un regalo, llevarla a cenar a alguna parte y vestirse de manera arreglada para parecerle guapo. Quería que todo saliese bien, así que no tardó en pedirle ayuda a Kendo, pues es con la que más relación tiene.
(Nombre) estaba igual de nerviosa e ilusionada. Su sonrisa y su sonrojo no desaparecía, y también había decidido por pedirle ayuda a Ochako, su mejor amiga.
Ambos querían que esa cita saliese bien, pues querían que esa pequeña amistad que tenían se fuese convirtiendo en algo más grande. Lo que ellos no sabían era que no iban a tardar mucho en convertirse en algo más que amigos, después de todo, ambos ya estaban perdidamente enamorados.