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Él jamás se habría fijado en una simple humana, pero ella era la excepción. No sabía la razón de por qué cada vez que la veía sus instintos se volvían locos. ¿Sería por su sangre? Es posible, sin embargo, el pelirrojo sentía que no era solo el olor de su sangre. Es cierto que tenía ganas de probar el sabor de esa esencia que olía tan bien, pero también sentía unas ganas inmensas de saborear esos labios rosados y carnosos que tantas veces había pronunciado su nombre. ¿Cómo sería escuchar su nombre acompañado de leves gemidos salir de aquellos labios tan apetecibles?
Desvió su mirada esmeralda hacia la figura de aquella chica que era dueña de sus pensamientos. Observó en silencio su esbelto rostro, con pequeños mechones de su cabello violeta escurriéndose por su blanca piel; sus ojos, también de un color violeta, miraban al libro que yacía sobre la mesa, concentrados en un ejercicio que les habían mandado a ambos para hacer por parejas. Sonrió al ver como su entrecejo se fruncía ligeramente mostrando desconcierto.
— Ayato, así no me ayudas — replicó (Nombre) inflando levemente sus mejillas mientras centraba su mirada en la de él. Un gesto que ocasionó un pequeño hormigueo en el vampiro.
— Es que hay otra cosa que me gusta mirar más que este libro — lo cerró acercándose peligrosamente al rostro de la chica, quién comenzó a sentir como su rostro empezaba a arder. — ¿Y si nos tomamos un descanso? — susurró con una sonrisa seductora.
La pelivioleta sintió como su corazón comenzaba a latir con fuerza. Debía admitir que ella siempre había sentido algo por aquel pelirrojo que, no hace mucho, supo que se trataba de un vampiro, pero eso, en vez de asustarla, le fascinó, aumentando así los sentimientos que tenía por él. Pero a pesar de todo, ella conocía al chico y jamás lo había visto sentirse atraído por una humana, solo las utilizaba para obtener sangre, aunque jamás lo hizo con ella... Algo que le extrañaba demasiado.
Volvió de sus pensamientos al sentir como Ayato acercaba el rostro a su cuello, inspirando con suavidad. No lograba entender por qué ese cambio de comportamiento con ella; no entendía por qué se comportaba así de sensual; pero lo que si entendía era sus propios sentimientos: Lo estaba disfrutando y mucho.
Sintió como su compañero la cogía de la cintura y la posicionaba encima de sus piernas a horcajadas. Se miraron a los ojos completamente idos y se besaron lentamente, sintiendo florecer en sus adentros un sentimiento de pasión y deseo. (Nombre) enredó sus dedos en el sedoso y suave cabello rojizo de Ayato, sintiendo cómo éste la envolvía en un abrazo, gélido pero bastante reconfortante. El vampiro se separó de ella solo unos milímetros para poder mirar mejor sus orbes violetas. Se lamió los labios y se acercó a su cuello, depositando una lenta y suave lamida que hizo estremecer a la chica.
