Out Of My Limit II

Capitulo uno (parte uno).

-¿Del uno al diez cuanto crees que se enoje cuando sepa que llegue tarde? -Me mordí el labio inferior mientras dejaba mi cartera en mi escritorio y me sentaba. Me hice un moño rápido y voltee a ver a mi compañera de trabajo, quien miraba hacia el infinito sonriendo.

-No sé, esperemos que trece -Puso su codo en la mesa y su puño afirmo su mejilla por unos segundos. Al darme cuenta a qué se refería, rodee los ojos -Ya sabes como se pone de atractivo Sean cuando se enoja, ojala te grite.

-Gracias, Janette -Mi voz sonó indignada y, aunque me hacia algo de gracia la voz que usaba mi compañera de escritorio cuando se imaginaba a nuestro jefe, mi cara también lo estaba. -Gracias por tu apoyo.

Janette era mi compañera de modulo, lo que significaba que la veía al menos siete horas al día. Cualquiera pensaría que, con todo ese tiempo, ya nos habríamos hecho amigas pero no. Era completamente estresante. Su escritorio estaba justo detrás del mío y, lamentablemente, me tocaba escuchar todas las peleas que tenia con su esposo por teléfono, toda la música que sobrepasaba sus audífonos y todos los ruidos raros que hacia cuando se atragantaba con una menta, no era agradable en lo absoluto. Se acercaba demasiado a mí, como si fuera su amiga. Me contaba sus problemas y quería que yo le contara los míos, cuando yo solo quería trabajar. No se callaba nunca y siempre, pero siempre, me preguntaba por Travis. Lo que sería bastante tierno y atento de su parte si es que actualmente ella lo conociera. Es decir, un día me escucho hablando por teléfono con él y, desde ese momento, me pregunta todos los días por mi amigo.

Suspire y la mire por unos segundos. Su camisa verde le quedaba bastante apretada, el chaleco negro tenía una mancha de espagueti (esperemos que sea eso), y sus jeans estaban gastados. Ella, en teoría, era todo lo contrario a la definición de New Magazine.

Quizás por eso no le decía que se callara, quizás por eso no le alegaba por la música. Porque sabía que, si quería comerme una hamburguesa en un restaurante cercano, ella sería la única que aceptaría.

Digamos que la mayoría de las mujeres que trabajan aquí son mayores que yo y son el intento fallido de Paris Hilton.

Le devolví la sonrisa, que me había dado hace unos minutos, a Janette, y encendí mi computador.

-¿_______? -Mi apellido resonó por toda la oficina. Mire hacia la puerta de mi jefe con los ojos entrecerrados, encontrándome con él. Estaba buscándome con la mirada y, en cuanto me

vio, me hizo una seña para que pasara a su oficina. Maldeci internamente y me levante del asiento.

Mientras caminaba hacia la oficina de Sean, me alise la falda con las manos y me saque las posibles pelusas que podría tener mi chaleco. Odiaba vestirme así, pero como se suponía que tenía que venir formal al trabajo, tuve que renunciar a todos mis jeans.

Solo había estado dos veces en la oficina de Sean. Cuando vine a mi entrevista de trabajo, a hablarle de por qué debería estar aquí, y cuando me llamo a la semana siguiente para decirme que me habían aceptado. Ya habían pasado dos meses desde la última y no me sentía del todo segura estando aquí de nuevo.

-Toma asiento -La voz de mi jefe era ronca, grave. Podía llegar a dar miedo si es que no supieras que es su voz normal. Tenía el cabello desordenado, pero peinado al mismo tiempo, castaño claro. Ojos cafés, que si te miraran correctamente, no como tu jefe, podrían llegar a ser bonitos. Buena mandíbula, labios besables…

Pestañee un par de veces al darme cuenta hacia a donde estaban llendo mis pensamientos. No me culpen, era bastante difícil tener un jefe atractivo y si bien su carácter era algo atemorizante, lo compensaba bastante en su físico.

-Te he llamado porque… -Puso sus codos encima de la mesa y cruzo sus manos. Me miraba directamente a los ojos, lo que hacía que me pusiera nerviosa. Tan nerviosa que mi mente comenzo a divagar buscando excusas para que no me regañara por llegar tarde, encontrándome con el mensaje de esta mañana de parte de mis amigos.