Jack el detective!¡

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En el despacho de ese edificio limpio del centro de Londres, el humo de una pipa se hacía presente como una nube desde una de las ventanas.

El hombre estaba parado, observando la ciudad, la revolución industrial estaba llenando a Londres de novedades constantes, de nuevas caras, nuevos acentos y nacionalidades, junto a esto, la taza criminalística de la ciudad había aumentado a niveles exagerados, junto a los misterios que estos rondaban.

¿Quién mejor para resolverlos que el mejor detective de la época?

Jack Holmes era el detective local profesional, extradotado, resolviendo misterios que hasta la propia policía pensaba que no tenían solución.

Un laberinto necesitaba 2 puertas para ser un laberinto.

No había misterio ni pista que se escapara de este detective, estaba lleno de trabajo, era su facinación atrapar a los criminales que intentaban escapar de la justicia, pero no en su guardia.

Muertes dudosas, robos, suicidios, todos los casos que cayeran en las manos de este detective eran resueltos casi en un abrir y cerrar de ojos, nadie podía escapar de la justicia bajo su mirada.

Incluso con polvos diminutos podía resolver hasta el misterio más misterioso, solo necesitaba un poco de tiempo, y nuevos criminales tendrían su merecido, las familias y viudas consuelo, y él dormiría en paz otra noche ante otro misterio bien resuelto.

Ese día no tenía absolutamente nada que hacer, y esperaba que su asistente le llevara a otra pobre victima que buscaba de su ayuda, cosa que no tarda en llegar.

Mientras estaba mirando la ciudad, un golpeteo que reconocería en cualquier lado se hace sonar en la puerta, dando vista a su asistente, Heracles, un hombre fornido y valiente que había elegido como confidente y mano derecha, no se arrepentía en su decisión.

-Jack, una damisela está aquí, ¿La dejo pasar?

-Mi Heracles querido, la entrada jamás se niega a las damas. -voltea a verlo, sin apagar la pipa- déjala pasar, porfavor.

Asintiendo, se retira momentáneamente del despacho ordenado, para volver y dejar a la vista una típica dama de londres, vestida con un vestido de tela largo oscuro, gris y con un lazo negro en la cintura, acompañado por una capa del mismo color para taparse del frío que rondaba Londres la mayoría del año, esa ropa no era barata en absoluto, era cara, era una dama de clase alta.

Estaba cabizbaja, se notaba un semblante bastante decaído y triste.

-Tome asiento, porfavor. -dejando el objeto para fumar de lado, se acerca a la dama, sentandose del otro lado del escritorio de roble- Digame, ¿Qué la trae por aquí? Veo que está algo decaída, ¿Me equivoco? -la miraba, analizandola como solía hacer con todo aquél que llegaba a pedirle ayuda.

-Necesito su ayuda urgentemente, estoy al borde de la desesperación, señor Holmes... -suspira, jugando con sus manos para calmar los nervios.

-Siempre ayudaría a una dama, porque esa es la verdadera esencia de un caballero. -tomando una taza de un juego de té a su lado, le sirve un poco del líquido- De lavanda, espero que sea de su agrado, ¿Podría explicarme en que requisita mi presencia?

Luego de tomar un sorbo, lo mira, tenía un enrojecimiento en los ojos y las pestañas mojadas.

-Alguien robó importantes joyas para mi, señor Holmes... porfavor, necesito su ayuda para encontrarlas otra vez, se lo ruego.

La pena y la desesperación se hacía notar a flor de piel, en su tono de voz, y en esa mirada triste que le estaba dedicando, realmente necesitaba su ayuda por sobre otras cosas.

Mr. Loverman (shuumatsu no valkyrie/RoR one shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora