Mr. Loverman (shuumatsu no valkyrie/RoR one shots)

Beelzebub!¡

[En la angelología cristiana, un querubín es un tipo de ángel, el segundo de los nueve coros angélicos. Son considerados como los guardianes de la gloria de Dios.]
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Los encargados y encargadas de recordar la palabra santa se encontraban en la tierra cada que la palabra necesitaba ser predicada y los mortales necesitaban la paz.

Seres, como todos los angelicales, perfectos, el único rango que no archivaba ninguna muerte, los denominados "santos" del cielo, tanto así era, que en vez de pertenecer al ejército de Dios, se dedicaban a ir por la tierra y aparecerse frente a loa afortunada que los hayan aclamado, con una túnica más blanca que la nieve y una sonrisa, absolviendo los pecados.

Normalmente, no podrías encontrarte a querubines en grandes iglesias de grandes centros, eran leyendas, leyendas existentes en pueblos remotos, esos que no sabes que existen hasta que escuchas su nombre, eran un poblador o una pobladora más, alimentados, alabados.

Pueblo chico, infierno grande.

La gente de estos pueblos eran alejados de la sociedad metropolitana, viviendo como vecinos y conocidos entre la mayoría, pero los pecados entre familias y relaciones no eran una historia exceptuada de estos pueblos.

Los querubines eran amigos cercanos que podías ir a buscar cuando tenías un problema, sabiendo de antemano que te escucharían e intentarían darte una respuesta sincera, que te ayudaría a resolver aquellos conflictos que atravesaban tu vida o mente.

Escucharían palabra por palabra tus pecados más profundos, y te perdonaban en el nombre de la divinidad para que, luego de que tu vida haya cumplido su ciclo, seas recibido en el cielo y en el paraíso con los brazos abiertos.

En un pueblo lejano, claro que residía un querubín, una ángel cariñosa, sonriente, que era conocida y muy querida, que vivía en la iglesia principal del pueblo, amaba a los niños, amaba ayudar en las misas, ayudar a los practicantes de curas y monjas en sus tareas, adoraba llevar a cabo la expiación de los pecados de cualquiera que lo buscara honestamente.

El confesionario era donde pasaba la mayoría del día, todos sabían que ahí dentro estaba el ángel, su voz y sus palabras podrían ser reconocidas en cualquier lugar del universo, era todo un honor, y una experiencia fresca de sentir.

Dia tras día, recibía a fieles del pueblo, viajeros, gente de todas las edades a las que escuchaba bien atenta y respondía con dulzura en sus palabras, hacía lo mejor que podía, esa era su misión, y quería, e iba, a cumplirla tal como su padre se la había encaminado.

Y ahí estaba la querubina, sentada en su iglesia, en el confesionario oscuro, como siempre solía estar, observaba sus pies, sus manos, mientras pensaba en que prepararía de comer el capellán a cargo, aquél buen hombre siempre hacía los mejores platillos, que aceptaba gustosa de compartir.