Cómo los personajes de RoR...?

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You're just too good to be true

Cuando nos enamoramos, existe un tipo de vista específico y privado solamente para el amor.

¿Cómo verían a sus parejas los personajes de RoR?

[Dioses/humanos!¡]


Hades!¡

Para el rey del inframundo su reina era absolutamente todo, la oscuridad de la noche, las estrellas en el panorama nocturno, la criatura más bella que alguna vez había visto.

Se había enamorado tanto que había perdido la cuenta de en que momento se había convertido en su esposa querida, y ahí estaba, compartiendo la existencia con ella.

Veía en ella la perfección, la dulzura, veía en ella un brillo que nunca nadie se había siquiera acercado.

La amaba, simplemente eso, sin peros, la amaba con todo su corazón.

En esos momentos en donde el universo parecía detenerse y solo prevalencia la paz en el aire, en el silencio, le gustaba observarla si estaba cerca.

Una diosa de las artes como ella hacía arte a cada rato, en todo sentido.

Y mirandola pintar su vista desde aquél ventanal lo había inundado con una paz y una ternura única.

Mirandola como decidía cada color sin equivocación, como movía delicadamente el pincel, como paraba a observar y a volver a pintar, despacio, sin avanzar demasiado, se sentía completamente bendecido de tener a aquella diosa a su lado, tanto así, que no se había dado cuenta el momento en el cual se había levantado de su trono para ir a abrazarla dulcemente, acurrucandose en su hombro, oliendo aquél suave aroma que tenía mezclado con el aroma de las pinturas exóticas que tenía a su lado.

No había necesidad de decirle absolutamente nada, solo, entre tanto estrés con las relaciones con sus hermanos, con ser el rey del inframundo, solo quería ser, por una pequeña fracción de segundo, un dios completamente enamorado y sin preocupaciones.

Sintiendo un dulce beso en su mejilla, había suspirando y sonreído, acurrucandose mejor en su amada.

Deseaba con toda su existencia y divinidad que aquél momento sea eterno, y que nada lo separace de ella, jamás.

Poseídon!¡

¡Quien hubiera pensado que el tirano de los mares tenía esposa y una relación de lo más particular! ¡Era una sorpresa que aún no estuviera muerta, felicidades a la elegida!


El Dios del mar era un Dios demasiado serio, tan amargado y tan peligroso, que el solo hecho que tuviera una esposa fija, que amara tan profundamente a alguien, era una idea casi apocalíptica, pero si, el Dios del mar amaba, y amaba demasiado y con todo su corazón.

Su esposa era la única que igualaba (tan solo un poco) su perfección, la única que podía aguantar su mirada fija sin morir al día siguiente, la única que podía soportar, y hasta domar, el carácter del Dios del mar.

Aunque, ni lento pero quisquilloso, había cosas que, bajo los ojos del Dios, eran simplemente molestas, como por ejemplo, la rutinaria siesta de la diosa.

Adoraba dormir, y lo hacía sin pensarlo en todos los lugares cómodos que lograba encontrar.

Y no había sido la excepción cuando, al buscarla con seriedad por toda tierra existente, luego de que todos la habían dado (otra vez) por perdida, la había encontrado bajo las sábanas del lecho del Dios del mar, enroscada, serena en su sueño.

Suspirando, la había observado por un rato, para sentarse a su lado y acariciar su mejilla con suavidad, odiaba tanto aquél habito, pero en el fondo amaba ver la tranquilidad en el rostro de su diosa.

Cuando había comenzado a despertar poco a poco, le había plantado un casto beso en la frente y dejado la habitación, dejando salir una imperceptible sonrisa entre sus labios.

Odiaba tanto la flojera y la improductividad, odiaba mucho la imperfección, pero entre la imperfección de la diosa, encontraba siempre, y desde el primer momento, una perfección única.




Jack, el destripador!¡

El monstruo de Londres que jamás había encontrado el amor verdadero lo había encontrado en el lugar más inesperado e inofensivo posible, una pastelería, y en su dueña y pastelera, una dama que andaba siempre con manchas de haría en el vestido y un rico sabor a azúcar en los labios.

Jamás había imaginado estar sentado en un cómodo sillón, en una cómoda y linda casa en una zona agradable de Londres, tomando té caliente mientras leía un libro cómodamente, pero lo estaba, y suspiraba profundamente cada que caía en cuenta de la agradable vida (al menos por el día) que estaba teniendo.

Cuando se había quedado en su propia mente sin siquiera parpadear, el olor a fresa y vainilla había inundado el ambiente completamente, viniendo desde la bonita cocina del lugar.

Volteando a ver por el lado del sofá, había visto a la risueña dama decorando un pastelito caliente con una pasta rosada, posiblemente de fresa, viendola hacer cada detalle con delicadeza y espolvoreando azúcar impalpable sobre el pastelito, dejando una preciosura y un arte culinario, como todo lo que hacía.

Sonriendo alegremente, había tomado una fresa para cortarla con tranquilidad, manchando sus manos con aquél líquido rojo.

Que diferentes eran ambos, ella manchaba sus manos con aquél jugo dulce de una fruta, y él, bueno, no tenía el nombre del monstruo de Londres por nada.

Tan solo podía mirar y observar a un ángel frente a él, tan divina, tan inocente, tan buena, jamás se arrepentiría del día en el cual había entregado sus votos y sus palabras para decirle lo tanto que la amaba, y aún con eso, no le alcanzaba el vocabulario del mundo entero para decir que tanto la amaba, ni todas las armas para defenderla del mal.

Sintiendo un beso dulce en la mejilla, la dama estaría a su lado, sirviéndole aquella dulzura de postre, la había preparado solamente para él, su amado esposo.

Sonriendo suavemente, había posado un beso en su mejilla, aceptando con gusto aquél pequeño regalo de su esposa.

Su esposa era aquél dulce tan azucarado que era empalagoso y delicioso de comer, y si tenía que cuidar aquella dulzura de por vida, e incluso luego de aquella, lo haría sin pensarlo dos veces, porque aquélla era la verdadera esencia de un amante.



Mr. Loverman (shuumatsu no valkyrie/RoR one shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora