J.T.R!¡

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El arte de la actuación y los dones de la interpretación eran entregados a unos pocos, solo personas contadas podían hacerlo bien, solo personas contadas tenían el verdadero arte en las venas.


Ser una de las actrices más famosas del momento no era fácil, salir todas las noches a brillar, a sonreír, a decir los diálogos que debías aprenderte de memoria, ser maquillada y servida, no era una actividad fácil, pero valía la pena al recibir la ovación de aplausos y de sonrisas al finalizar.



El sueño dorado era el sueño de todos, ¡Claro que también lo era de aquélla ayudante!

Ayudar a esa mujer todas las noches a vestirse, maquillarse, secarle el sudor, llevarle agua y cumplir las necesidades de una estrella que intentaba brillar por encima de los demás era un martirio.

Lamentablemente la luz no brillaba sobre todos, y aquél no era su caso.

Pero, la vida daba tantas vueltas, pero a veces tardaban mucho en llegar.

Con el cansancio de un señor mayor, una de las tantas ayudantes del teatro caminaba con telas en los brazos, brillantes y con diseños coloridos.

Respondiendo con monótonas palabras a distintos llamados, se metería a un camerino para seguir trabajando en un vestido a último momento, pedido a cambiar por la estrella del espectáculo.




Edén solo quería un poco de tranquilidad y no volver a pincharse los dedos con alfileres.




Había terminado el apurado arreglo lo más rápido que podía, y se había ido corriendo con la superestrella, ya cansada de esperarla, aunque siquiera habían pasado 3 minutos.

-¡Señorita Elizabeth! ¡Lo siento! ¡Tome!

-¡¿Porqué tardaste tanto?! -se había cambiado con rapidez, quejandose de la tela, quejandose de absolutamente todo lo que podía- ¡La próxima vez, te despido!

-Si, señorita Elizabeth. -retocando su maquillaje, se había quedado sola con el mismísimo diablo.

-¡Y vas a comer con las ratas! ¡Ahí es donde perteneces si no haces bien tu trabajo!

-Si, señorita Elizabeth...-dandole un fuerte manotazo, el vaso de agua había sido estrellado en el piso, la estrella principal tenía un alma mala, muy, mala, las luces encantilantes le habían bloqueado las ideas, pensando que de verdad era una estrella, superior al resto.

Terminando de limpiar, se había tomado un tiempo para ver la obra desde su lugar favorito, un balcón interno bien a la derecha de la sala, que, normalmente, no era reservado ni tenía gente, le gustaba ir allí a descansar un poco del estrés causado por aquél trabajo.

Pensaba que esa noche no sería diferente, claro, hasta ver la cortina del balcón abierta, había alguien en aquél lugar, uno que en meses, incluso en un año, no había sido pedido ni alquilado.

Acercandose con cautela y, escondiéndose a un lado, observaría a un caballero mirando atentamente la obra recién comenzada, bien sentado, con un sombrero en la mesita a su lado y de monóculo.

Era extraño que alguien hubiera encargado aquél escondido lugar.

-Es de mala educación espiar a la gente, señorita.

Mr. Loverman (shuumatsu no valkyrie/RoR one shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora