Beelzebub!¡

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El amo de las moscas no solo era el demonio mayor y el mal mayor de los cielos, también, cuando el deber medicinal lo llamaba, allí estaba, atendiendo a dioses o a quién lo necesitara, y no, no lo hacía de buena gente.



Lo hacía por un gusto morboso a la anatomía de los distintos seres, y hasta donde, y que tanto, podía experimentar libremente con seres vivos, conscientes, que sentían y podían vivir luego con sus tratamientos.


Eran sus pequeños experimentos.




Al pasar tanto tiempo en la enfermería y en el área hospitalaria de los cielos, claro que había sido un beneficiario para conocer a bastantes divinidades, entre ellas, las hermanas pecado habían sido las más destacables.



Si no estaban allí por sus peleas, era para llevar a una de las hermanas del medio constantemente a la sala de emergencias.

Cubierta en una sábana negra, acurrucada en ella misma, al levantar levemente aquélla tela pesada para observar quien estaba bajo ella, se había encontrado con un tierno rostro, rojizo, en dolor, con los ojos aguados y las pestañas mojadas, y no había podido olvidarlo.




Si Gula tenía hambre simplemente comería, aún si aquello ponía en juego su salud estomacal, llevándola constantemente a la sala de emergencias para recibir tratamiento para aquellos agudos dolores, y se había transformado en una paciente recurrente del demonio, quién, ni lento ni tonto, se había apresurado a tomarla de sujeto de prueba.



¡Que bien sabían aquellos jarabes deliciosos con sabores frutales y que para nada tenían adictivos en ellos!

¡Oh! ¡Y no nos olvidemos de la hermosa sensación de alivio que sentía luego de una visita al querido demonio!



Beelzebub jamás había sido así de delicado con sus sujetos de prueba, pero se encontraba masajeando suavemente el vientre del pecado, en ungüento para el dolor debería servir al instante si funcionaba correctamente.

Suspirando profundamente, sonreía con calma, la sensación de alivio era rotunda, y el frío de la crema junto al frío de las manos de su demonio favorito era una sensación del cielo mismo.



-Esto debería funcionar correctamente, ¿Cuantas veces deben decirte que la masa cruda no es comida, Gulita?

Sintiendo un suave golpecito en la nariz, había reído suavemente, no lo hacía aproposito, simplemente tenía hambre, y aquello, el demonio lo sabía y entendía bien.

Negando con una sonrisa ladina, había mandado a una enfermera a conseguir algo digno para que pudiera ingerir, y la había observado con ternura.



Su ungüento había funcionado, y se notaba en el brillo que había vuelto al rostro del pecado, no tenía dolor, y los rastros del mismo estaban casi por completo desaparecidos.

El amo de las moscas jamás se había sentido así, pero que bien que se sentía ver la felicidad en el rostro amado.


Gula y sus hermanas tenían cortejantes de sobra, algunos más destacados que otros, y definitivamente el demonio había tomado un espacio fijo dentro de aquélla larga fila.



¿Cómo podían rechazar al que, literalmente, salvaba la vida de la hermana? ¡Era divino!



Siempre dejaba para ella canastas de comida y rosas frescas, con pequeñas notas, no había día en el cuál el demonio no estuviera cerca del pecado, no había día en el cuál no se manifestara, cerca o lejos, para observar como se encontraba.

Si tenía la oportunidad, la invitaba a largos y relajantes paseos, inclusive picnics al aire libre aunque aquéllos espacios no fueran sus aliados más cercanos.



Mr. Loverman (shuumatsu no valkyrie/RoR one shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora