Capítulo 113 parte C

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Sobre el pasto verde de un campo plano rodeado de árboles, Terry se llevaba las manos a la cabeza y miraba aturdido a aquellas personas que lo rodeaban.

— ¡Vaya! El bello durmiente al fin despierta — hubo dicho con sarcasmo uno de los tres.

— ¿Quiénes son ustedes? — preguntó Terry.

Seguido de mirar a su alrededor, el actor de nuevo cuestionaba:

— ¿Qué hago aquí?

— Digamos que queremos practicar... "tiro al blanco" — se mofó el hombre de color, provocando las risas de los otros dos.

— Entonces, ¿le tiraremos a tu amigo?

Pese a su aturdimiento, y empleando el mismo sarcasmo y mirando precisamente al albino, Terry hubo lanzado cuestión.

Eso consiguió que dos de los hombres endurecieran su mirada debido a la osada contestación.

En tanto, el tercero de ellos: un delgado hombrecillo, soltó la carcajada, provocando que sus compañeros se le unieran y le dieran crédito al actor por su ágil reacción.

De pronto, los humores cambiaron; y es que "el ofendido" se acercó peligrosamente a Terry para decirle:

— Muy gracioso, "amiguito", no en vano eres un vulgar cirquero.

— Actor — respondió el agredido sosteniéndole la mirada a su rival que oía: — No confundas los términos.

— Para el caso, da lo mismo: te encargas de entretener a la gente.

Despectivamente, se miró al joven, que de igual manera, —despectiva—, era tratado al decírsele:

— Y ya que estás de "chistosito", ¿por qué no nos haces otras cuántas monadas?

Terry, sonriendo burlón, respondía:

— Porque dudo que tengas con qué pagarme.

Ante eso, el albino sacó rápidamente su arma, haciendo que el castaño irguiera su cuerpo.

— Aquí está mi chequera. Tú nada más dime, ¿cuánto vales?

Sin bajar la mirada, Terry cuestionaba finalmente:

— ¡¿Qué es lo que quieren de mí?!

— ¡Divertirnos! Nos gusta "cazar changuitos europeos" para jugar con ellos; y hoy, tú has sido el elegido — aclaró sarcástico su rival.

El que parecía el líder se acercó para bajar el arma de su compañero e indicarle:

— Ya está bien, Turco.

Luego, se volvió al actor:

— Verás, el asunto está así: nos han pedido un cierto "favor".

El joven frunció el ceño; y por su ignorante movimiento, se le aclaraba:

— Sí, hombre, ¡eliminarte!

— ¿Por qué? — se interesaron en saber.

El hombrecillo, así como se encogía de hombros, decía:

— A "alguien" no le gustó mucho tu visita a Chicago y ha pagado muchísimo para que te quitemos de su camino. Algo malo has de haber hecho para que te quiera mandar al otro mundo.

— ¿Puedo saber de quién se trata?

— Por supuesto que ¡NO! — contestó el albino escupiéndole la cara. — ¿Acaso nos crees idiotas para hacerlo?

— A ellos no.

El hábil arrogante miró a los compañeros de aquél.

En eso, un golpe direccionado y alojado en el estómago de Terry lo hizo, precisamente a éste, doblarse del dolor y caer de rodillas al suelo.

Ahí, el albino de nueva cuenta se le acercó, lo tomó por los cabellos, y con fuerza le echó la cabeza hacia atrás para decirle con coraje:

— ¡No te recomiendo que quieras pasarte de listo, mocoso! ¡Soy de poca paciencia, y si quisiera podría acabarte... así! — el agresor chasqueó los dedos y aventó a su presa.

Terry alcanzó a meter las manos para no caer de lleno al suelo.

Al incorporándose un poco, el castaño atacaba con una nueva pregunta:

— ¿Y qué harán conmigo?

— Eso es lo malo porque teníamos un plan, pero despertaste muy rápido; y ahora, no sabemos qué hacer contigo, pero de que te eliminamos, es un hecho, porque hay otro gran fajo de billetes que nos entregarán cuando terminemos contigo — hubo respondido el hombrecillo; sin embargo...

— ¡Ya deja de darle explicaciones, jefe! ¡Metámosle dos balazos en los sesos y listo! — refunfuñó el albino jugando con el barrilete de su revólver.

— Mejor preguntémosle si tiene con qué pagar lo doble por su libertad — sugirió el hombre de color.

— ¡Vamos, Blue, ¿qué tanto puede ganar un actorcete de pacotilla como éste?! — se expresó el fortachón dirigiendo la mirilla del arma hacia el actor.

— Nada perdemos con probar, Turco.

El hombrecillo, apoyando una idea, se dirigió al actor:

— Veamos, ¿tendrías con qué pagarnos?

Terry miró a cada uno tratando de memorizar sus rostros. Lo pensó profundamente, porque podría decir "sí", pero optaba por contestar:

— No.

Los hombres hicieron diferentes caras; uno de burla, otro de ni modo y el tercero se quedó pensando; y mayúsculamente, al escuchar de la firme voz del británico:

— Pero tengo una propuesta.

— ¡¿TÚ?! — dijeron al mismo tiempo: los tres maleantes; y Terry asintió con la cabeza.

— ¿Cuál es? — quiso saber el hombrecillo.

— Una pelea — se sugirió, mientras que los hombres se miraran entre ellos; — una pelea con... él —, y se apuntó precisamente al albino que rió con ganas.

— ¿Y cómo serían los términos? — cuestionó el hombre de color.

— Si pierdo: terminan con su trabajo. Si gano: me dejan ir.

Los maleantes lo pensaron seriamente, por lo mismo...

— No, no hay trato — hubo sido el albino el cual ni siquiera lo consideró.

— ¿Acaso tienes miedo?

Era turno de Terry reírse burlonamente.

Ante ello, el hombretón se paró valentonamente frente al joven. Y de nuevo, el hombrecillo intervino aconsejando a su compañero:

— Tranquilo.

Consiguientemente, se dirigió al actor.

— Aunque no dudo que éste te acabe, pero por si las dudas, no nos gustaría correr el riesgo de que si sales con vida de aquí, vayas y nos denuncies.

— No te apures, jefe — respondió el retado. — ¡Lo dejaré tan destrozado que ni su madre lo reconocerá y ni los buitres querrán tragárselo!

Con la sarta de palabrerías dicha, bastó lo suficiente para que Terry se llenara de coraje y lanzara por lo bajo un improperio.

Tomándose esas reacciones como un "sí", el joven se quitó la chaqueta para liberar su camisa y tener así más movilidad; además, recordó la pelea del mediodía con Albert; sólo que ésta vez ya no estaba ebrio; así que, Terry haría un gran esfuerzo por salvar el pellejo.

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora