Capítulo 120 parte F

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Al día siguiente, el actor despertó muy temprano; y en lo que se alistaba para irse al teatro, Cisco y Eleanor ya lo esperaban en el comedor con el desayuno preparado. Cuanto apareció en esa área, sonando un poco desvelado, saludaba:

— Buenos días.

— Buenos días — contestaron. Y mientras le servía jugo, su madre preguntaba:

— ¿Cómo dormiste? ¡Llegaron bastante tarde!

— Ni tanto, no pasaban de las... ¿tres de la mañana? — el hijo contestó muy sonriente y disimulando la pregunta a su hermano mientras besaba la frente de su madre que exclamaba:

— ¡Qué barbaridad! O sea que vienen llegando.

— Usted disculpe, Miss Baker — habló Cisco, — se nos fue la noche sin querer.

El rebelde, acercándose al hermano, diría precisamente a éste:

— No hay nada qué disculpar, Cisco, porque... ¡ya no somos unos niños, madre!

El castaño, al estar donde el moreno, a éste lo rodeó por lo ancho de los hombros, lo apretujó en un abrazo y ambos se palmearon fraternalmente.

— Lo sé, hijo — contestó una nostálgica Eleanor, al observar a su retoño y su manera tan afectuosa de saludar al moreno.

— ¿Y qué harás hoy, Cisco? — preguntó Terry mientras tomaba el jugo ofrecido.

— Leí en el periódico sobre un hipódromo que se llama Empire City y está en Yonkers, dice que a orillas de la ciudad. Quiero visitarlo, se me ocurrió pedirle a Juan que fuera a Indiana y traiga un par de caballos y entre ellos a Keme para colocarlos y correrlos. ¿Qué te parece?

— ¡Excelente idea, hermanito! y me gustaría ir contigo, yo no conozco ese lugar.

— ¿No tienes presentación hoy? Deberás ensayar — aseveró Eleanor.

— Sí, madre, pero no creo que haya problema — contestó conforme untaba un poco de mermelada en su pan tostado, y con suma arrogancia diría: — además, ¿acaso no soy el mejor actor de Broadway? Sólo necesito hablar con el señor Hathaway.

Cisco y Eleanor primero movieron la cabeza reprobando al presumido actor. Posteriormente, se rieron de él; y es que, después de que Terry mordiera la tostada, ésta se quebró; y un pedazo con mermelada cayó en su impecable camisa haciéndole enojar y levantarse de su asiento.

Antes de marcharse el castaño decía:

— ¿Me cambio y nos vamos?

— Sí, Terry, sólo no tardes porque ya tengo fija una cita.

El joven actor ya subía rápidamente las escaleras; y en menos de cinco minutos, nuevamente bajó para encontrarse con Cisco y salir hacia sus diligencias.

Previo a, se despidieron debidamente de Eleanor que los acompañó hasta la puerta y les vio montarse en el auto.

Para esta ocasión, el moreno había pedido ser quien manejara. Terry accedió entregándole a su hermano las llaves, pero más arrepentido que nunca de haberlo hecho porque...

... la casa de Eleanor estaba en Greenwich Village, por la calle Houston y en menos de diez minutos ya estaban en la calle del teatro sobre Broadway; entonces, cuando el castaño descendía:

— ¡Eres el individuo más loco que he conocido en toda mi vida! ¡Por poco nos matas! — reprochaba seriamente a su medio hermano conforme azotaba la puerta del auto.

— ¡¿De qué te quejas, hombre?! ¡Hicimos tiempo record! ¡Más temprano no pudiste haber llegado!

Aquél, en lo que bajaba, también se burlaba; y al dirigirse a su hermano notó que a éste ya le volvía el color a las mejillas, y al estar cerca:

— ¡Presta acá! —, Terry arrebató las llaves. — ¡No te dejaré manejar más! ¡Eres peligroso, y más en las esquinas! — observaba energúmeno. — ¡Casi te volteas!

El castaño prosiguió con su andar oyendo detrás:

— Vamos, Terry ¡Yo pensé que de verdad te gustaban las emociones fuertes! Además, no iba a dejar que el del carruaje con sus dos caballos de fuerza, me ganara, ¡No, señor! ¡Eso sería una ofensa para mí!

Hubo dicho Cisco fingiendo indignación mientras seguía a Terry que se detuvo de pronto, se giró, y casi a punto de soltar la carcajada al calificarle:

— ¡Aparte de payaso y sangrón, estás ciego! Porque no era carruaje — el actor trataba de contenerse.

— ¡¿Ah no?! y ¿qué era? — preguntó un contrariado moreno.

— ¡Una carreta de mulas repartidora de leche! — confirmó el castaño, y los hermanos se echaron a reír, retomando el camino hacia el interior del inmueble.

Y así, sonrientes, llegaron hasta la oficina del director, pero Cisco se quedó afuera en lo que Terry se entrevistaba con Hathaway, quien al estar adentro, éste, no tardó en felicitar a su estrella por su excelente trabajo y por supuesto de las ganancias que habían adquirido en sólo dos días. 

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora