Capítulo 124 parte C

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Candy, al sentir el toque de la caricia por parte del castaño, reaccionó; y como impulso ¡se abalanzó hacia el joven y lo besó! tomando por sorpresa al mismo actor que de momento no supo qué hacer y desaprovechando con ello la oportunidad.

No obstante, la chica se apartó rápidamente al darse cuenta de lo que había hecho y se sonrojó de punta a punta por su atrevimiento.

En cambio, el actor al ver la situación penosa de la rubia, contestaba por ella para hacerla relajar.

— Eso lo tomaré como un sí —; y fingiendo serenidad, la invitaba: — Ven, ahora sí, vamos arriba.

— Un momento.

Ahora los detuvo el capitán de aquella nave que venía en dirección a la pareja con una botella en mano.

— Primero la tradición. Señorita Candy, este barco no está cristianizado y será un gran honor para nosotros que sea precisamente usted su madrina y le dé su bendición para que... "CANDY WHITE I"... viva por largo tiempo. Aquí tiene el champagne y haga lo que corresponde — había dicho Ricco, entregando el objeto y conduciendo a Candy a la punta del yate.

Ahí, la rubia estrelló la botella con fuerza y ésta, se rompió en mil pedazos.

La chica aplaudía realmente emocionada en lo que recibía una gran ovación por parte de los marineros presentes.

Posteriormente, Terry se acercó a ella, le dio un beso en la mejilla, y la felicitó. Después, subieron al yate para ver juntos su interior e iniciar su recorrido.

Comenzaron a caminar por la cubierta, que era amplia y espaciosa; y lo único que ocupaba era una mesa con cuatro asientos y un enorme arreglo de rosas rojas como centro de mesa.

Candy tomó una de ellas y la llevó consigo para ir disfrutando del olor suave de la rosa.

Terry la condujo hacia una puerta, y bajaron por unas pequeñas escaleras, para encontrarse con la sala todo en color caoba: un sofá de piel largo que estaba pegado a una de las paredes y otro más que hacía escuadra y era parte del comedor con dos sillas más.

La rubia observaba el lugar encantada de la belleza de su interior, todo era tallado en varios tipos de madera, había dicho el capitán.

Seguido y siendo Candy la curiosidad en persona, caminó por todo el lugar y encontró otro acceso: era un breve pasillo y dos puertas a los lados, se animó por la puerta a la derecha y lo que fue a encontrar, la hizo sentir una extraña sensación; había elegido la puerta de la recámara que estaba compuesta por la cama, en tamaño King con edredón y sábanas blancas, también había una silla mecedora, un sillón individual, el tocador con espejo amplio, una carpeta en el piso, un closet, un cuadro a la cabecera de la cama y dos pequeñas lámparas en los buros, una de cada lado.

Y como Candy se sentía feliz, con gran confianza se fue a sentar sobre la cama, tomó uno de los almohadones, lo abrazó contra ella y se acostó con un rostro ensoñador.

Con los ojos cerrados comenzó a reírse traviesa de algo que se le vino a la mente y más enterró su rostro sobre la almohada avergonzada de su pensamiento.

Pero su risa desapareció abruptamente cuando percibió la figura de alguien que estaba recargado en el umbral de la puerta y sonreía divertido de la ensoñación de la rubia.

— ¡Terry! — dijo apenada, se enderezó de golpe de la cama y acomodó el almohadón como estaba mientras su rostro se teñía de rojo.

Por supuesto, Candy se había sentido incómoda y el actor lo notó, ya que él también había dejado de reírse y concentraba su mirada en recorrer la figura de la chica.

Consiguientemente, ella reaccionó de su meticuloso análisis, y notando el sonrojo de la chica prefirió no hacer comentario sobre eso y sólo le diría:

— Candy — se aclaró la garganta; — el desayuno está listo... ¿vienes... conmigo?

— Sí — contestó quedamente la rubia sintiendo esa rara sensación que no entendía por qué no quería dejarla por completo.

La joven pareja subió a la cubierta y tomaron sus lugares sobre la mesa; su mesero era el mismo capitán Ricco, cosa que sorprendió a Candy y que le había dicho que era lo menos que podía hacer por la madrina, pidiendo ella y Terry algo sencillo.

En cambio, el capitán ya había ordenado un excelente desayuno y les advirtió que antes de que terminara su viaje, debían brindar por la madrina y el bautizo de la nave; ellos aceptaron gustosos y tomaron sus desayunos disfrutando del paisaje y de su mutua compañía. 

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora