Capítulo 127: FINAL parte C

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—Tres meses después—

— ¿Qué haces, Señora Mía?

— Terry, no te escuché llegar. Nada, mira, encontré esta caja de papeles —, y Candy le mostró una fotografía donde aparecía Cisco, Albert, Archie y él.

El actor se puso de cuclillas en frente de ella y la tomó diciendo:

— No recuerdo dónde nos la tomaron.

— Fue en el bautizo de Anthony, el pequeño de Albert — afirmó la rubia.

— Ah, es verdad.

— ¿Cómo te fue en el teatro? — ella preguntó al ver en su rostro un ceño fruncido.

— Todo igual — él dijo apenas.

— ¿Qué pasa? ¿No hay nada seguro todavía?

— No. Hathaway no se quiere arriesgar en montar Otelo, por todo este revuelo de la Guerra.

— Pero te escucho preocupado —, la rubia extendió su mano y la acarició el rostro.

— No me prestes caso, linda — fue la repuesta del castaño y besando la palma de aquella que le ofrecía una amorosa caricia. — Déjame ver eso — le pidió la otra fotografía que era de ellos dos cuando se casaron: — Deberíamos ampliar ésta y ponerla en la sala. Me gusta.

— ¿De verdad?

— Sí.

— ¿Qué harás con todo eso? — la cuestionó.

— Bueno, es lo que reviso: lo que sirve, a guardarlo y lo que no, a la basura. Además, estaba pensando... —, dijo atrayendo la atención de su esposo.

— ¿En qué?

— En los padrinos.

— ¿Padrinos?

— Sí, no sé por quién decidirme si Cisco o Albert, pero también está Archie

Terry la miraba sin comprender de lo que hablaba, por ende le observaba:

— Candy, no te entiendo.

— Sí, necesitaremos padrinos.

— ¿Para qué? — él volvió a preguntar.

— ¡Para el bautizo! — dijo la pecosa sin importarle las caras de desconcierto de su esposo en lo que ella fingía no darse cuenta y seguir muy entretenida metiendo los papeles en las cajas.

En cambio, Terry la tomó de la barbilla y la hizo mirarlo.

— ¿Cuál bautizo?

— Ah, es cierto, no te lo había dicho.

— Decirme, ¿qué? — el castaño se estaba desesperando.

— Que vas a ser papá, por eso necesito los padrinos — ella soltó como si nada.

Terry no parpadeó más; y en cámara lenta, cayó de sentón.

Sin poder salir de su shock, él la veía levantarse de lo más tranquila sin importarle el estado de conmoción que había provocado en su esposo.

Con dificultad, el actor pasó saliva para atreverse a preguntarle:

— Candy, ¿qué dijiste?

La rubia se giró y sonrió con travesura al verlo sentado sobre el suelo y apoyándose sobre sus manos.

— Eso, que serás papá.

No fue broma, pero el castaño se desmayó.

— ¡Terry! — ahí sí ella se acercó alarmada, se hincó a su lado y le levantó la cabeza mientras que con su mano libre le echaba aire.

— Pecosa, no bromees así conmigo — él pidió en el momento que reaccionaba, ayudándole Candy a sentarse.

— No te estoy bromeando, querido, es verdad.

— ¿Cuándo te...?

— Durante la semana; y es que mientras salías al teatro yo iba con el médico. Tenemos tres meses.

Candy le contó con una linda sonrisa que aquél le pareció la más bella del mundo.

Tomándola del cuello la atrajo hacia él para besarla repetidamente y conforme lo hacía, la idea crecía más y más en su cabeza.

— ¡Padres, Candy, seremos padres!

La rubia sólo asentía.

De pronto, Terry se levantó como impulsado por un resorte y corrió hacia la terraza que había en su habitación, la abrió de par en par; y mirando al cielo, levantó los brazos para gritar a todo pulmón:

— ¡VOY A SER PAPÁ!

Luego, se dirigió a unos visitantes que llegaban en ese justo momento:

— ¿OÍSTE ESO, MADRE? ¡VAS A SER ABUELO, RICHARD!

Los padres de aquél le dijeron:

— Sí, hijo, lo oímos claramente —; y se echaron a reír mientras que Terry ingresaba de nuevo a la habitación.

Y en lo que la rubia se levantaba para atender a sus visitas, sonreía ante la felicidad mostrada de su esposo, pero Terry ya la había levantado y giraba con ella sin dejar de sonreír.

— Terry, no hagas eso — pidió la rubia la cual a pesar de no tener los síntomas normales de un embarazo, no quería tener un accidente.

— Perdón, cariño, perdón —, él la bajó y salió de la habitación convertido en un loco.

Candy, yendo detrás de suyo, vio la manera tan infantil de bajar: se trepó en el travesaño de la baranda y se deslizó hacia abajo.

Sus padres estaban felices de ver a su hijo tan contento, pero después de darle un fuerte abrazo a su padre y darle un beso a su madre... salió corriendo de la casa; y cuando Candy lo alcanzó, le preguntaba:

— ¿Terry, adónde vas?

— ¡A escribir un telegrama de inmediato a Cisco, debe saberlo! — había dicho, pero...

— ¡ESPERA! Por lo menos dale la noticia completa — gritó Candy que venía a medias escaleras.

— ¡¿Cómo?! — aquél se detuvo justo sobre la puerta; y alguien a sus espaldas preguntaba:

— ¿Qué noticia?

Terry se giró sobre su eje y vio a Cisco sobre el umbral... y más feliz que nunca le dio la noticia.

— ¡Vas a ser tío, hermano! ¡Candy está esperando un hijo mío! — dijo incoherentemente.

— ¡Felicidades! —, y los dos hermanos se unieron en un fuerte abrazo; sin embargo...

— NO — corrigió la rubia y Terry soltó a su hermano para ver a su esposa.

— ¿NO? Pero me acabas de decir... — se desilusionó de momento.

— Lo que te acabo de decir es verdad, sólo que... no es uno.

El castaño se alcanzó a apoyar sobre la madera de la puerta.

— ¿No? — replicó entre incrédulo y asombrado porque la rubia sólo movió la cabeza y ante eso... su cuerpo comenzó a deslizarse en la puerta para quedar sentado nuevamente en el suelo.

— ¡TERRENCE! — le gritaron todos.

Cisco, quien no paraba de reírse por las reacciones de su hermano, se agachó y le comenzó a dar leves cachetadas en el rostro; así que, viendo que no reaccionaba, informaba:

— Creo que se desmayó de verdad.

— Sí — lo confirmó la rubia, — ya lo había hecho arriba, lo malo que...

— ¿Qué? — cuestionó al mismo tiempo toda la familia Granchester.

— Cisco, ¿podrías llevarlo al sofá, por favor? — pidió sonriente la rubia.

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora