Capítulo 114 parte G

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La luna llena, en todo su esplendor, reinaba el lugar alumbrando los campos.

En medio del jardín de aquel rancho no era la excepción; a lo que un hombre, —aprovechando su luz—, salió de la casa para acomodarse sobre una hamaca.

En ella, conforme se mecía, miraba al cielo melancólicamente.

Hipnotizado por su claridad, Cisco tomó una guitarra cercana, se la colocó en el pecho y comenzó a jugar con las cuerdas de ésta, en lo que de su boca salía un leve tarareo.

Por otro lado, alguien recargado en el portal de la casa principal, miraba a aquel hombre con admiración; y como tenía algo importante que comentarle, fue a él habiéndose acercado sigilosamente.

Por supuesto, el trovador lo escuchó llegar, porque volteó a mirarle.

— Espero no interrumpir — se disculpó el castaño quedándose parado a lado de Cisco, y metiendo las manos en los bolsillos.

— Para nada — respondió el ya no solitario.

Seguidamente, se preguntaba por la salud del recién llegado:

— ¿Cómo te has sentido? Me dijo Luis que seguiste con la molestia del costado.

— No; ahora... es aquí —. Terry se masajeó la nuca. Acto seguido, reaccionaba: — Pero, no vine a hablarte de mis malestares.

— Ya, entiendo. ¿Ha llegado el día?

— Sí; creo que ya es hora de que vuelva a "mi mundo", a lo mío: la actuación.

— Me parece perfecto, Terrence.

— ¿Vendrás como lo planeamos?

— Así será.

Con la afirmación recibida, el guapo actor buscó asiento en un sillón grande tejido a mano, donde estiró las piernas, cruzó los pies, se llevó las manos a la nuca y dejó recostar su cuerpo; más, imitando a su amigo, puso sus ojos en el cielo queriendo saber:

— ¿Qué canción es la que estabas tocando?

— Ah —, el moreno sonrió al sentirse pillado; — no sé, siempre se la escuché cantar a mi Pa cuando yo era pequeño y la estaba memorizando.

— Y, ¿de qué habla? — se interesaron. — Se percibe cierta nostalgia. ¿Tal vez... alguna mujer? — inquirió Terry sin dejar de mirar a la hermosa luna; en cambio, Cisco volvió a sonreír.

— Bueno, en una parte sí... habla de... ¿quieres escucharla?

— Claro.

Terry enderezó su torso para apoyar los codos sobre sus rodillas, poner atención y darse cuenta que aquél no cantaba mal las rancheras.

— ¡Ah! — exclamó un sorprendido Terry. — Se trata de tu tierra. ¿Acaso extrañas mucho México? — por la reconocida "Canción Mixteca"

— ¡¿México?! — Cisco sonó aún más sorprendido.

— Sí; y...

De pronto, se dieron cuenta:

— Nunca te he preguntado de qué parte exacta eres.

Cisco se reincorporó también para quedar sentado y mirar a Terry de frente. Posteriormente, el moreno se limpió la garganta para disponerse a contestar conforme se masajeaba las sienes.

— Verás, Terry...

Por los siguientes momentos, Cisco se quedó mudo.

Después de pensarlo, el moreno confesaba:

— Yo soy español.

— ¡¿De verdad?! ¡Diablos! ¡Todo el tiempo pensé que eras mexicano! — Terry se burló de su propia ignorancia. — Es que no tienes el acento.

— Lo sé; y para muchos yo soy Hijo de Luis.

— ¡¿Y entonces no lo eres?! — el castaño volvió a preguntar lleno de incredulidad.

— No. Luis y su esposa fueron... — se carraspeó. Consiguientemente, se decía: — Me criaron después de que mi madre falleciera. Ellos trabajaron para mi padre, y al morir él, ellos quedaron como mi única familia.

— ¡Vaya! Entonces, la dama del cuadro en la chimenea, ¿es tu madre?

— Sí.

Con la afirmación no dudaron en observar:

— Pero se ve una mujer muy joven comparada con tu padre.

— Lo sé.

— ¿Y qué haces en América? Porque a lo entendido por Luis, no tienen mucho tiempo que llegaron.

Cisco se quedó mirando seriamente a su interlocutor. Ulteriormente de tallarse el rostro, diría:

— Voy a confiarte algo en pago a la confianza que tú me has brindado, y porque sé que sabrás ser discreto.

— Por supuesto. Tienes mi palabra.

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora