Capítulo 123 parte G

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Richard iba a contestar; pero Terry decía:

— Padre, permíteme. Señora Marlowe, creo que mi hermano ha sido demasiado condescendiente a majaderías, y como al parecer no tiene intención de aclarar nada —, el actor volvió fugazmente sus ojos hacia el moreno, — haré las debidas presentaciones.

— ¿Cómo dijo? — farfulló la señora Marlowe.

— Que este hombre al que varias veces ha pedido callarse es mi hermano mayor José Francisco — el actor lo hubo dicho con cierto orgullo.

— ¡Imposible! ¿Acaso se quieren burlar de mí? — alegó la incrédula mujer.

— ¿Por qué razón, señora Marlowe? Además, déjeme decirle que ha insultado al verdadero Duque de Granchester

Un ¡AH! de sorpresa se oyó, uniéndose a la exclamación: Candy que con intromisión, preguntaría:

— ¡¿Qué dices, Terry?!

... provocando la risa del joven actor el cual le contestaba:

— ¡Tan entrometida como siempre, pecosa! —, mientras le tocaba la nariz con su dedo; pero ella...

— ¡Terry! — lo retó, más éste le diría al oído:

— Luego hablamos de eso.

— ¡Esto es increíble!

— No lo es, señora Marlowe — respondió el señor Granchester, — y en vista de que el asunto ha quedado disuelto considero que mi presencia no es más solicitada.

— Pero, Duque...

— Lo siento, Señora; lamentablemente yo no tengo el control sobre mi hijo; y aunque así fuera, he comprendido que tampoco lo obligaría a casarse por desamor. Le responderemos a su hija y le aseguro que tendrá una vida llena de comodidad y nunca le faltará nada. Así que, no teniendo otra cosa más que aclarar, con su permiso, yo me retiro.

Al intentarse dar un paso, Cisco lo detuvo:

— Padre

— ¿Si?

— ¿Puedo buscarte mañana?

— Cuando tú quieras... ya sabes donde estoy.

Los dos hombres se quedaron mirando de frente, sin ninguno saber qué hacer; pero el moreno le extendió su mano para despedirse, lo que el padre aceptó sonriente.

Consiguientemente, Cisco aprovechó para jalarlo y darle un abrazo muy fuerte, que como primera reacción, dejó sorprendido al hombre mayor y que conforme pasaban los segundos, sintió la calidez en el abrazo sincero de su hijo.

Eleanor se acercó al duque, y esperó que padre e hijo deshicieran el abrazo.

Después acompañó a Richard hasta la salida, donde la actriz le preguntaba:

— ¿Estás más tranquilo?

— No lo creo. Ahora sólo falta ir adonde Mildred.

La pareja llegó hasta a la puerta.

Ahí, en lo que Eleanor le entregaba su sombrero, él se ponía el abrigo y decía:

— Siento mucho las molestias ocasionadas; hablaré con mi abogado para saber lo que pasó. No me explico por qué no avisó de la llegada de mi aún esposa.

— Está bien, ya no te preocupes, de todos modos se tenía que enterar.

La actriz abrió la puerta, y el duque besando la mano de la hermosa mujer extendía:

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora