AMOR PERDIDO

Capítulo 118 parte D

Cada uno en sus respectivos vehículos iba sumido en sus pensamientos sin querer comentar nada; siendo Terry el más impaciente de todos, y es que con miradas de recriminación, observaba a su madre, y por la manera en como tomaba la mano de su padre, lo hacía sospechar que ella algo sabía. Aún así, no les cuestionó.

En cambio, Cisco sólo miraba tras la ventanilla del auto atreviéndose nunca a mirar a su acompañante que todo lo contrario le suplicaba con la mirada le dijera algo.

Y en lo que aquellos llegaban a su destino, en el pent-house del Hotel Plaza...

— ¡Qué sorprendente parecido! — comentó Annie.

— Yo casi me voy de espaldas como Terry — fue turno de Archie quien yacía en la barra; y conforme se servía un trago, indagaba: — ¿Será mayor que él?

— De que es mayor, sí, por supuesto — dijo Albert sentándose a lado de Candy que no había dicho palabra alguna desde que dejaron el lugar.

— Pobre Terry — expresó Annie con cierta lástima.

— ¡¿Por qué pobre?! — contestó Archie con cierta molestia. — ¡Al contrario! —, le dio un trago a su copa para enseguida decir: — sería una suerte para él tener un hermano a su lado.

Cornwell no evitó ponerse cabizbajo recordando al suyo perdido al que le suspiró melancólicamente.

— De eso no estamos seguros, Archie — respondió Albert quien caminó hasta él y le palmeó la espalda en señal de consolación. — Tal vez se trate de algún otro pariente más cercano al Duque y Cisco no tenga relación directa con Terry.

Y el guapo magnate también se sirvió una copa.

— Sí, tal vez — finalizó Archie.

— Buenas noches — se escuchó secamente por parte de Candy, la cual dejaba a todos contrariados.

También en la casa Marlowe, las cosas no andaban muy bien.

Susana estaba alteradamente enojada y hacía destrozos en su habitación maldiciendo su mala suerte y tratando su madre de controlarla:

— ¡Por favor, hija, ya cálmate! Poniéndote así no arreglaras nada.

— ¡¿Es que no te diste cuenta?! ¡Lo voy a perder, madre! ¡He estado aguantando todo este tiempo y siendo prudente pero no puedo más! ¡Lo voy a perder y no quiero! — gritó la rubia rompiendo en llanto.

La mujer mayor se acercó a la menor intentando hablar lo más tranquilamente:

— No lo perderás. Terrence se quedará contigo porque comprenderá que tiene una obligación y va a responder, sólo está confundido. Así que, no desesperes, le daremos unos cuantos días más para que resuelvan lo que tengan qué resolver y ya después volveré a presionar. Aunque —, dudó por un momento. — No sé qué tanto ese desconocido pueda cambiar nuestros planes.

La madre caminó hacia la cama para arreglarla y ayudar a su hija la cual se quedaba muy pensativa.