Capítulo 125 parte C

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Ante el perdón ofrecido, Cisco se levantó de su asiento y se paró en frente del hombre mayor.

Éste en cuanto vio que el joven se levantaba lo imitó; entonces, el español lo miró y le sonrió de lo más amable.

— Yo no tengo nada que perdonarte, padre. Sólo quiero que nos aceptes tal y como somos y nos apoyes como todo padre debe hacerlo.

— Así será, hijo. Está mi palabra empeñada en eso.

— Por favor —, Cisco lo detuvo, — no hablemos de empeños, ¡mira que Terry la ha pasado mal con todo este asunto de Susana!

— Pero gracias al cielo se arregló y la chica lo comprendió. Ahora, ven, pasemos a la terraza y allá platiquemos más. Quiero saber todo de ti.

Richard lo condujo; y en el camino se oía:

— Padre, con referente a lo del título...

— Nada. Es todo tuyo, fue la voluntad de tu abuelo y debemos respetarla.

— Pero... y, ¿tú?

— Yo estaré bien, teniéndolos a ustedes conmigo.

— Aun así... ¿puedo preguntarte algo personal? — cuestionó el moreno mientras se acomodaba en su silla.

— ¡Claro que puedes! Me has aceptado como tu amigo y yo quiero serlo así también como de Terry.

— Y lo lograrás, padre, yo lo sé. Ahora, mi pregunta es... ¿has planeado casarte con la señora Baker ahora que tu matrimonio esté disuelto?

Risas fueron la respuesta del mayor.

— ¿Es eso un sí?

— No lo sé. Todavía no hablo con ella.

— Pero... ¿si ella te diera la oportunidad? Es una mujer muy hermosa y creo que tú sigues enamorado de ella... ¿o me equivoco?

— Sí, Eleanor es muy bella; pero, hijo, quiero que sepas que yo amé mucho a tu madre.

— Yo lo sé, padre, no tienes por qué asegurarlo; pero eso no quiere decir, que no estés enamorado ahora. Eleanor es una estupenda mujer y también está sola. Tienen un hijo en común. Entonces, por qué no darse la oportunidad y darle un poco de felicidad a Terry, que sé que le gustará la idea.

— ¿Tú lo crees?

— No — fue la respuesta sincera, más riéndose; — pero puede existir esa posibilidad.

— Ya lo veremos entonces. Y ¿tú? ¿qué de ti?

— ¿Yo? ¿De mí? — preguntó el moreno con disimulo.

— Sí, tú; ¿tienes novia? ¿Prometida? ¿Sales con alguien?

Cisco aclaró su garganta un poco y fingió toser para que con la misma confianza respondería:

— No, no novias, no prometidas, no salgo con nadie... todavía.

— Ah, pero hay posibilidad también. ¿De quién se trata? Y no es porque seas mi hijo, pero... eres muy bien parecido

Cisco sonrió y levantó una ceja con un dejo de modestia:

— Bueno, qué le puedo hacer. Ahí llevo la ventaja de parecerme a mi padre —; y el hombre mayor rió halagado.

— Gracias, aunque esa modestia me recuerda a alguien...

— ¿Será acaso de la familia? Porque yo conozco uno que... ¡para vanidad y arrogancia se pinta solo!

Sin necesidad de haber dicho "Terry", los dos hombres comenzaron a reír, y así, padre e hijo comenzaron a formar su amistad y empezaron a tratar temas de política, finanzas, la vida en sociedad, la guerra.

Posteriormente, el señor Granchester le platicó un poco de la vida en Londres, el funcionamiento del ducado y su actuación en la Cámara de Lores.

Cisco, en cambio, le confió su gusto por los caballos, su afición a las armas, su entrenamiento militarizado, la deserción y también sobre sus inversiones en el consorcio Andrew, pareciéndole al padre una excelente idea. En fin, hablaron de todo un poco y hasta de las cosas más banales.

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora