Capítulo 117 parte F

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Para el día siguiente, Terry bajaba por las escalinatas de la casa acomodándose la chaqueta y saludaba.

— Buenos días, madre.

— Buenos días, hijo.

Eleanor, al verlo tan guapo, quiso enterarse:

— ¿Vas a salir? ¿No desayunarás?

— Sí y no.

El rebelde depositó un beso en la maternal frente, y buscó la salida dejando a su progenitora.

Ella, después de encogerse de hombros, se devolvió al comedor.

En eso llamaron a la puerta, y el mismo Terry atendió.

Al ver de quien se trataba, el joven comenzó a reír de gusto dando la bienvenida a su visitante:

— En este preciso momento salía a buscarte.

— Bueno, pues ya estoy aquí. Te ahorré el viaje.

Y en lo que se saludaban en un fuerte abrazo, se decía:

— ¡Cuánto tiempo, hombre!

— Sí, ¿cómo has estado?

— Bien, muy bien; aunque, con muchas cosas que contar — había dicho Terry separándose lentamente.

— Siendo así, ¿qué te parece un delicioso desayuno para empezar?

— Me parece excelente. Pero primero, ven, quiero presentarte a mi madre, ¡está ansiosa por conocerte!

— ¿Tanta fama me has hecho ya? Si aquí la estrella eres tú.

Ambos jóvenes se rieron y el recién llegado no presumiría:

— Sólo espero no decepcionarla.

Recibiendo una negación de cabeza por parte de Terry, éste lo condujo a la sala en lo que iba por su madre.

El español, al estar a solas, revisó detenidamente el cálido hogar.

Pasados unos instantes, el moreno oyó a sus espaldas a su amigo que le llamaba.

Cisco se giró para quedar de frente a ellos y ser presentado:

— Madre, este es mi buen amigo Cisco... Amigo, mi madre.

— Mi lady, es un verdadero placer conocerle.

El presentado saludó caballerosamente; en cambio, Eleanor se paralizó exagerando la impresión recibida incomodando a Cisco por ese gesto, y molestando a Terry quien diría con dura ironía:

— ¡Vaya, Cisco, de haber sabido que esto provocarías en mi madre...! — precisamente a ésta tomó del brazo y la apretó con un poco de rudeza para hacerla reaccionar.

— ¡Perdón! – dijo ella y se llevó una mano al pecho que ya le subía y bajaba rápidamente, escuchándosele apenas decir: — El gusto es mío, caballero.

No obstante, ninguno de los hombres comprendió el por qué del escrutinio tan obvio de aquella dama para con el amigo de su hijo, respirándose por un momento un aire de nerviosismo y molestia. En eso...

— ¡Es tardísimo! — improvisó el actor no dejando de lado su tono irónico. — ¿Estarás bien, madre? porque debo irme —, la miró levantado una ceja.

— Sí, sí, hijo —, la progenitora se abochornó, — discúlpenme, por favor.

Y para remediar la penosa situación, Eleanor ofrecía:

— ¿Les gustaría desayunar conmigo?

— ¡No! — contestaron los dos amigos al mismo tiempo y sonrieron nerviosamente los tres justificándose uno:

— No, madre, gracias. Debo ir al teatro para afinar algunos detalles, además, ya me he comprometido con Cisco.

— Entiendo, será en otra ocasión. Caballero, disculpe el mal momento, por favor — dijo muy apenada y el español asintió con la cabeza.

— No pierda cuidado, señora. Ha sido un gusto. Con su permiso, me retiro — el que se iba tomó la femenina mano y se la besó; después, pasó a lado de ella y le hizo una seña a Terry.

Éste, se acercó a su madre para darle otro beso y decirle:

— Después hablaremos tú y yo —, también la hubo amenazado con la mirada y se retiró.

Por su parte, Eleanor, al estar sola, se dejó caer pesadamente en el sofá cercano, se llevó de nueva cuenta la mano al pecho y cerró los ojos expresando:

— ¡Santísimo Cielo! ¡Si es... él!

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora