AMOR PERDIDO

Capítulo 114 parte A

CHICAGO

—Fin de Verano 1916—

En las inmediaciones del Imperio Andrew, —seguido de su inseparable George—, un elegante Albert llegaba a su oficina como lo venía haciendo meses atrás desde que se revelara su identidad como el Tío Abuelo Williams.

— Buenos días, Lydia.

Una mayor, pero muy guapa mujer, —antes de ponerse de pie—, respondía:

— Buenos días, señores.

— ¿Hay alguna novedad? — preguntó George recibiendo un buen paquete de cartas.

— El señor Richard Granchester está esperando al señor Andrew.

Haciendo un gesto de desconocimiento, Albert miró a George, y éste último solicitaba a la secretaria:

— Tráenos té, por favor.

— De inmediato, señor Johnson.

Y efectivamente, cuando el empleado de más confianza abrió la puerta, Albert distinguió, —parado junto al gran ventanal que tenía una panorámica vista hacia el Lago Michigan—, al aristocrático personaje.

— Muy buenos días, señor Granchester — se le saludó, dejándolos George a solas.

— Buen día para usted, señor Andrew. Es un gusto conocerlo.

Desde que oyera aquella voz, el elegante hombre ya había emprendido camino para ir al encuentro del recién llegado para estrechar manos.

— El placer es mío — contestó Albert.

Consiguientemente de haberle invitado ir a la sala, el magnate escoces ofrecía:

— Tome asiento, por favor.

— Gracias — apreció Richard.

Conforme ambos se desabotonaban sus costosas chaquetas para sentarse cómodamente, se extendía:

— Me disculpo por mi falta de cortesía al no avisarle de mi llegada.

— No pierda cuidado; aunque, me imagino del por qué de su visita.

— Así es; se trata de mi hijo Terry; pero, en sí, vengo en busca de la señorita Candy.

— Lo lamento; pero mi protegida no está en Chicago, sino en el Hogar de Pony.

Por el rostro desconcertado del británico, se daba más clara información:

— El lugar donde ella se criara.

— Aun con eso, ¿habrá algún modo de llegar hasta ella?

— Por supuesto; pero mucho dudo que Candy pueda informarle algo con respecto a su hijo.

— ¿Y usted?