Capítulo 122 parte G

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La mañana de ese domingo transcurría lenta; y la cita de Candy con Susana estaba por llegar.

La pecosa se había vestido abrigadoramente para la ocasión; además, de que el viento que corría sobre la ciudad, hacía sentirse más frío de lo normal.

Pero eso no fue impedimento para presentarse exactamente quince minutos antes de las 12 del medio día al lugar citado: una pequeña cafetería que estaba cerca del Parque Central.

La terraza estaba cerrada por el temporal, así que, condujeron a la rubia a una de las mesas de adentro y allá esperó a la otra rubia.

Los minutos terminaron de transcurrir y eran ya las doce en punto cuando vio, en la puerta de la entrada de aquel establecimiento: a Susana caminando ayudada por unas muletas.

La rubia pecosa se levantó para ir al encuentro de la recién llegada la cual agradeció la amabilidad de la enfermera y juntas fueron a tomar sus asientos llegando también el mesero para ofrecerles algo de tomar aceptando únicamente... té.

Candy estaba muy nerviosa y no sabía cómo iniciar la conversación con aquella chica que también se le notaba el nerviosismo. Pero finalmente, se animaba:

— ¿Y cómo has estado, Susana?

— Bien, Candy; bueno, en lo que cabe —, en sus palabras había inyectado lástima. — Quiero agradecerte por haber aceptado mi invitación de encontrarte aquí conmigo.

— Tú dirás para qué deseas verme.

— Candy, esto... no es nada fácil para mí... tú sabes.

— Tampoco lo es para mí.

— Pero quiero que me digas, ¿cuáles son tus intenciones para con Terry? ¿Has vuelto por él? ¿Han hablado de... ustedes? ¿Han hecho planes?

Eran las preguntas de la chica ojo azul. Ésta había perdido su mirada en el ventanal que tenía a su izquierda y Candy...

— No sé a qué te refieres. Yo no he hablado con Terry con respecto a nada.

— Pero han salido juntos — reprochó la ex actriz.

— Sí, es verdad, pero antes que nada, Terry y yo somos amigos y las veces que lo hemos hecho han sido acompañados por los demás — se contestó con firmeza.

Las chicas interrumpieron su charla, porque llegó el mesero con sus servicios. En cuanto el mesero se fue...

— ¿Sabes, Candy? Ha sido muy difícil para mí, llegar hasta este punto. He sufrido mucho con el desamor de Terry, su abandono y su poco interés hacia mí.

— Susana, te aseguro que yo no tengo nada que ver — la pecosa interrumpió a modo de disculpa; pero Susana...

— Eso no lo sé, Candy; porque desde la presentación de Terry y por supuesto desde que tú estás en la ciudad, él no me ha visitado. Y yo pienso que se debe a ti, porque sé lo importante que eres para él, aunque me duela reconocerlo.

— Yo...

— ... le amo, Candy, por eso hice lo que hice por él... pero desafortunadamente no he podido llegar a su corazón; tal vez cuando nos casemos y me conozca... Terry cambie — se chantajeó con intención de herirla.

En cambio, Candy se mostró más segura y le respondía fingiendo lo que no:

— ¡Qué bien! —, más se delataría: — ¿eso era lo que querías decirme? ¿Sólo corroborarme tus planes? Bueno, si ese es el caso, yo no veo la necesidad de seguir con esta plática porque Terry cumplirá su promesa y se quedará contigo — la pecosa quiso sonar lo más convencida posible, – así que, si es todo... será mejor que me marche.

La citada se puso de pie dispuesta a tomar su bolso, pero Susana le detuvo, sosteniéndola de una mano:

— Espera, Candy —; las dos rubias se miraron diciendo una: — Si te cité aquí es porque... quiero pedirte un último favor.

— ¡¿Qué deseas ahora, Susana?! — la pecosa contestó con desgano al soltarse de aquel agarre.

— Hoy en la tarde, el Duque ha reunido a Terry y al otro joven con el que anda, que por cierto ni idea tengo de quién se trate.

— ¿Cisco? — Candy lo nombró; y Susana...

— Me imagino que así se ha de llamar.

— Así es; pero dime, ¿cuál es el favor qué pides?

La enfermera finalmente había preguntado no ocultando su molestia que se incrementaría al oír:

— Que vengas conmigo a esa reunión porque estoy segura que el Duque fijará mi compromiso con Terry y necesito que tú estés presente para que él recuerde la promesa que me hizo — ¿así o más manipuladora? No obstante...

— ¡¿Que me estás pidiendo qué?! ¡Por supuesto que no! — la hija de Pony rechazó tal descabellada petición; así que se levantó nuevamente de su lugar.

— Candy, por favor — Susana suplicó sin importarle la negativa que le dieron y repetían:

— ¡No! ¡Lo siento! ¡Ya bastante he perdido contigo como para que todavía me pidas más!

— ¡Candy!

— ¡Estás mal, Susana, si piensas que manipulando a las personas con tu penosa situación lograrás conseguir tus objetivos!

Finalmente hubo dicho la rubia indignada de la proposición de la chica ojo azul que la hostigaría:

— Entonces, ¿no amas lo suficiente a Terry, Candy, que por eso no luchas por él? ¿Lo dejas así como así para que él cumpla una promesa inútil y hacernos infeliz a los tres?

El tono de voz de Susana había cambiado radicalmente y se atrevió a retarla dándole su punto de vista:

— Pensé que de verdad lo amabas y que por eso habías renunciado a él como yo arriesgué; más tu reacción me confirma que Terry no significa nada para ti y que esa fue la razón por la que lo dejaste libre tan fácilmente.

Susana desvió su mirada, cosa que confundió a la pecosa que se defendería recordándole:

— ¡Tú bien sabes que no fue así!

La rubia inválida, escudándose, contestaba:

— Yo no sé nada. Sin embargo, te propongo a que defiendas tus sentimientos hacia Terry.

Su sentencia causó shock, del cual Susana tomó ventaja para hacer una señal volviéndola a su asiento, sin comprender Candy nada porque la actitud de la ex actriz era completamente otra:

— Si te he pedido que vengas conmigo esta tarde... es porque su padre lo obligará a cumplir conmigo. Él, junto a mi madre, ha encontrado la manera de cómo hacerlo. Yo puedo aceptar la voluntad de ellos, pero... si así pasare, de antemano sé, que me ganaría aún mayormente el odio de Terry por haberlo separado completamente de ti, y yo... preferiría mejor tenerlo como amigo y recibir de él, un poco de su cariño, y también porque comprendí a que a mi lado, lo haría sencillamente infeliz no importando cuanto le quiera yo. Pero ahora todo vuelve a depender de ti... ¿lo amas?... si dices que sí, me haré a un lado; más si insistes en dejarlo conmigo... me encaprichare con mayores ganas y lo perderás en definitivo. Tú decides.

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora