Capítulo 117 parte C

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A la mañana siguiente, en lo que Terry y Eleanor tomaban sus alimentos, precisamente la bella dama cuestionaba a su acompañante, el cual ya llevaba un buen rato en silencio:

— ¿Estás bien, Terry?

Éste, al escuchar la dulce voz de su madre, reaccionó de su ensueño y volvió sus ojos hacia ella.

— Sí, madre, lo estoy — el hijo había tratado de sonar lo más convencido posible y se dispuso a beber de su jugo.

— Me imagino que pensarás en la obra, ¿no es cierto? — Eleanor preguntó curiosa.

— Sí, aunque también pienso en otras cosas — él contestó haciéndole finalmente caso al plato de frutas que tenía en frente.

— Como con... ¿Candy?

Terry la miró, sacudió su cabeza y le sonrió confesándole:

— Una entre ellas.

La dama al percibir la nostalgia con que lo dijo, indagaba consternada:

— ¿Qué puedo hacer para no verte así?

— No hay modo en que lo puedas hacer, madre – dijo el actor.

De pronto, cambiaba de parecer:

— Aunque pensándolo bien sí, sí puedes.

La dama lo miró con interrogación y dispuesta a ayudar.

— Cuéntame de mi padre — pidió Terry.

Por la petición, la bella mujer se hubo contrariado.

— ¿Como qué quieres saber?

— No sé. Dime algo interesante, por ejemplo, ¿a qué edad se conocieron?

Él hubo dicho al momento de cruzarse de brazos; luego, los apoyó en el borde de la mesa para mirarla con interés cuando le comenzaron a decir:

— Bueno, yo tenía 20 años, tu padre como 25 o 26... y lo conocí en una tarde lluviosa y galantemente me ofreció su paraguas.

— ¿Sabes si tiene más familia... como hermanos o primos lejanos que yo no conozca?

— Pues... — la diva meditó. — ¿Acaso tú no conociste a toda la familia?

— Sólo conocí al abuelo en uno de los viajes a Inglaterra, pero era muy pequeño, casi no lo recuerdo.

— ¿A qué vienen de pronto tus preguntas por saber de tu padre? Pensé que querías hablar de Candy.

— Por lo mismo, porque quiero saber de él... Y no, no te equivoques, yo nunca quise hablar de ella, tú lo malinterpretaste. Pero contéstame, ¿cómo era? ¿qué hacía? ¿qué le gustaba?

La dama resopló resignada. Consiguientemente, daba algunos detalles:

— Era muy bien parecido... y en lo que atendía asuntos legales precisamente de tu abuelo, se interesaba en la aviación. La verdad, era muy reservado con algunas cosas, así como tú.

— Y me imagino conservaras fotografías de él, ¿cierto?

— Tal vez; pero desde que nos separamos no les presté más atención, así que, deben andar por ahí... botadas. Ahora dime, ¿qué estás planeando? porque no le encuentro sentido a tus preguntas —, desconcierto en rostro y palabras se notaron.

— No planeo nada. Es sólo que... su presencia me ha tenido muy confundido en estos últimos meses.

Terry se masajeó las sienes observando:

— Es un hombre sumamente extraño. Cuando está callado y pensativo puedes percibir su tristeza a kilómetros que hasta lástima te da el infeliz; pero eso sí, que no te hable porque de su boca sólo sale autoridad y a veces pienso... ¿no le estará dando dura la vejez?

El joven se rió de su propia graciosidad recriminándole su madre:

— ¡Terry, no seas irrespetuoso, hijo, que es tu padre de quien hablas!

No obstante, al verlo tan sonriente, Eelanor se unió y lo aprovecharía:

— Bueno ya, mejor cuéntame, ¿cómo van los ensayos?

— Muy bien. Robert nos augura un éxito rotundo.

— ¿Has invitado ya a tus amigos?

— Sí; sólo espero que Albert pueda venir porque de Cisco estoy seguro.

— ¡Vaya! Al fin podré conocer a tan grandes personajes: al hombre más rico de los Estados Unidos y al que le estoy infinitamente agradecida.

Ella lo tomó de la mano mirándole entristecida; y su hijo preguntaba:

— No le has comentado nada al Duque, ¿verdad?

— No, por supuesto.

Terry, a cambio por su discreción, levantó la mano de su madre y la besó.

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora