Capítulo 121 parte F

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Contado lo sucedido con Candy, Albert comenzó a dar indicaciones:

— Archie te quedarás a fuera a vigilar. Los únicos que entraremos seremos Albert y yo.

A los dos se les prevendría seriamente:

— Francisco, tengan mucho cuidado. ¡Esto no es un juego!

— No te preocupes, Pa. Los agarraremos y ninguno de nosotros saldrá lastimado.

— ¿Por qué mejor no llamamos a la policía? — sugirió Archie tragando saliva al momento en que vio que de la chaqueta de piel de Cisco sacaba dos armas de grueso calibre y entregaba una a Albert.

— No. Será más escandaloso, además, ya es demasiado tarde — afirmó el español.

— Pero no sabemos cuántos son — volvió a decir Archie; y Albert aseveraría:

— A lo dicho por Eliza deben ser tres y Neil cuatro.

— Entonces me quedo — dijo un determinado Luis al ver la desventaja.

— ¡No! — se escuchó a Cisco. — Es necesario que vayas adonde Terry.

— Yo creo que ya no será necesario — habló Archie; y todos voltearon a ver hacia al auto rojo que se estacionaba justo en frente a ellos.

— ¡Demonios! — espetó Cisco mientras que Albert...

— ¡Ay no! ¡Candy!

Por lo mismo, Albert y Luis, salieron del auto para dejar salir a Archie y Cisco; yendo los cuatro al encuentro de Terry el cual también ya abandonaba el auto.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó Cisco en voz baja.

— Se me hizo un bonito lugar para venir a nadar, ¿no te parece? — sarcástico Terry había respondido conforme le señalaba el lugar con su ceño severamente fruncido.

— ¿Y Candy? — cuestionó Albert mirando hacia el interior del auto.

— La llevé al hotel. ¡Qué bonita broma nos gastaron, ¿eh?! — les reprochó el joven actor mirándoles con enojo.

— Lo sentimos — dijo su hermano queriendo saber: — ¿cómo te enteraste?

— ¡¿Cómo crees que fue?! —. Y en corto, Terry contaba: — Llegué a la dichosa cita muy emocionado, pero Candy me comenzó a decir que desde la visita de Eliza habían andado muy sospechosos —, miró a los Andrew, — luego yo al ir a buscarlos al hotel y no encontrarles — le tocó al resto, pero, — cuando la llevaba de regreso, nos topamos con Eliza y a ella le... saqué la verdad.

Hubo dicho el castaño fingiendo haber sido amable con la pelirroja consiguiendo con ello que todos los demás se miraran entre sí y se encogieran de hombros al ser pillados en su "travesura".

— Sólo espero que Candy no llegue — comentó Albert conociendo a su protegida; y Terry:

— Y fue muy difícil convencerla de lo contrario porque ya saben como es... pero le advertí que si pasaban más de dos horas y no llegábamos... enviará a la policía.

— Yo es lo que digo — volvió Archie con su comentario inicial mofándose el actor de él:

— ¿Acaso tienes miedo, Archibald?

— ¡¿Qué te pasa, aristócrata arrogante?! — lo confrontó Archie; empero, Cisco los aplacaba:

— Ya, ya, déjense de juegos. Tendremos que reorganizarnos y darnos prisa. Podrían salir en cualquier momento; así que... Archie te quedarás afuera — le ordenó a éste que asintió, pero Terry se burló por instantes porque al oír: — Tú, Terry... te quedarás en el auto.

— ¡¿QUÉ?! — exclamó el actor causando las risas de Archie cuando repelaba: — ¡¿Por qué en el carro?!

— Tú y Luis manejarán en caso de que algo salga mal y tengamos que huir. Los autos deberán estar en marcha a cualquier señal.

— ¡Pero...!

— ¡Carajo, sólo obedece! — ante la necedad Cisco había sido enérgico y serio.

— Está bien — contestó el actor renegando entre dientes, pero ignorándole el moreno porque se giró hacia:

— Albert, ¿listo?

— Cuando quieras.

— Entonces, vamos.

— Con cuidado, hijos — les recordó Luis en lo que aquellos comenzaban a alejarse para ingresar al lugar.

Mientras tanto y por su parte, Archie cada vez que miraba a Terry se reía de la furia en el rostro del actor y los berrinches que hacía pateando las llantas del carro.

— ¡No lo entiendo, Luis! ¡¿qué se cree?! ¡Ordena como si fuera general! — rezongaba un berrinchudo Terry al que le refrescaron la memoria al cuestionarle:

— ¿Se te está olvidando que lo es, hijo?

— ¡¿En serio?! — preguntó Archie incrédulo.

— Sí — afirmó Terry en lo que se ataba el cabello con una cinta además de: — bueno, entonces yo como hermanito del General Ximénez no puedo quedarme aquí sólo viendo, Luis.

— No, ya sé que no, pero haremos lo siguiente: les daremos quince minutos, si no salen en ese tiempo... yo entraré.

— ¡¿Tú también?! — reclamó el castaño al que se le pidió calma para terminar de indicarle:

— Cinco minutos me esperas y me sigues.

— ¡Así está mejor!

Burlón, el castaño miró a Archie que lo evadió para prestar atención a la sugerencia del hombre mayor:

— Debemos ver primero cómo está el lugar. Puede haber muchos lugares huecos y podridos.

— Bien.

— ¿Y yo qué hago? — preguntó Archie.

— ¡¿De verdad quieres venir, Elegante?! ¡¿No tienes miedo?!

Terry no paraba con sus mofas, lo que consiguió que molesto Cornwell le pidiera en un grito:

— ¡Cállate, Granchester!

— ¡Ya, silencio! Tú te quedarás fuera, Archie, para avisar cualquier cosa — recomendó el hombre mayor.

— Bien.

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora