Capítulo 118 parte B

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La hora del estreno estaba cada vez más cerca, y en un rincón muy apartado del hall se encontraba Luis, quien miraba aterrado a la muchedumbre ahí reunida.

En eso, vistiendo un elegante frac negro y llevando bebidas consigo, Cisco apareció mostrando un rostro de desconcierto ante la actitud de aquel hombre el cual al estar cerca de su persona, le preguntaba:

— ¿Qué pasó contigo? —. Y mientras le ofrecía su copa, le reclamaba: — Me has tenido recorriendo todo el lugar ¡buscándote!

— Perdóname, hijo — dijo Luis llevándose una mano a la nuca. Consiguientemente, daba su excusa: — sólo que me dio calor y quise alejarme para darme un poco de aire. Además, estos lugares no son para mí, como que no hago mancuerna con toda esta gente elegante —, había señalado a los presentes.

Por supuesto que Cisco no le creyó, ya que sonriendo con ironía le observaría:

— ¡Vamos, Luis, no me vengas ahora con eso!

... no habiendo tiempo para réplicas porque en ese momento se escuchó el penúltimo llamado para dar inicio con la presentación.

No obstante, en lo que el resto de la gente ingresaba, los dos hombres tomaron breves tragos a sus copas que dejaron a su paso al dirigirse a ocupar el primer palco del ala izquierda donde ya la Señora Baker aguardaba.

Como la función estaba por comenzar, la luz en el lugar era muy tenue; lo suficiente, para que Luis fuera presentado, sintiéndose Cisco nuevamente nervioso ante la mirada insistente de la hermosa dama.

Y es que para esa noche, el español se deshizo de su barba para lucir presentable ante el importante evento de su amigo.

Por eso, para evadir aquellos bellos ojos, el moreno ocupó de inmediato su lugar y se concentró a mirar hacia enfrente, justo donde estaban Los Andrew, observándose...

... a los hombres portando elegantemente sus fracs oscuros, y las damas luciendo bellamente; acaparando la atención: Candy.

Ella portaba un vestido de color azul cielo entallado a la cintura, escote en óvalo y como mangas dos cintas atadas haciendo moño. Su cabello peinado en una media cola sujetada por un prendedor de brillantes, la hacían verse muy linda, no menos que la guapa Annie en un vestido de color marrón ceñido al cuerpo más de lo normal, de mangas largas y escote cuadrado.

Sin embargo, éstas dos amigas, platicaban amenamente cuando los Hermanos Legan hicieron su aparición, sorprendiendo lo silencioso que ocuparon sus asientos.

Por lo mismo, consiguieron que el grupo de amigos, se extrañara de su "buen comportamiento" y que unos con otros se miraran encogiéndose de hombros y escondiendo risillas burlonas por debajo.

En eso el tercer llamado se escuchó; las luces se apagaron en su totalidad y lentamente se fue abriendo el telón para dar inicio a la función.

Los primeros actores salieron a escena, y el pecho de la rubia, a pesar de haber visto anteriormente a Terry, comenzó otra vez a acelerarse y estrujaba el programa que sostenía en las manos con mucho nerviosismo, notándolo Albert quien sin mirarle, cariñosamente le tomó una de sus manos para hacerla relajar.

Veinte minutos después, el actor principal hizo su aparición.

Unas cuantas personas aplaudieron animosamente al verlo y el resto pidió silencio para no perder ningún detalle de la representación.

Su voz potente llenaba el lugar, su gallarda figura arrancaba suspiros en sus espectadoras; y en sus respectivos palcos: madre, padre, amigos, enamoradas, cada una de las personas que le amaban y le apreciaban se sintieron orgullosos de él y le hicieron llegar por medio de sus pensamientos: sus buenas vibras y deseos, aunque a otros, la envidia les carcomía por dentro, al verle como el triunfador que era.

Después de dos horas y media, la obra llegó a su fin y el telón comenzó a bajar. Los aplausos eufóricos del público no se hicieron esperar, y tras bambalinas los actores se abrazaban felicitándose unos con otros por el éxito obtenido.

Y mientras Hathaway congratulaba a Terry y le alababa su excelente interpretación, afuera los espectadores solicitaban a gritos:

— ¡Que salga Hamlet! ¡Sí! ¡Queremos a Hamlet!

... sintiendo el actor que su pecho no podía latirle más orgulloso; así que el solicitado sonrió de lado por la aclamada ovación.

Para concederles la petición, Hathaway dio una orden a los utileros y el telón se levantó nuevamente.

Todo el grupo, excepto Terry, apareció recibiendo los aplausos de los presentes.

Cada uno de los actores hizo su presentación conforme a su rol, pero los espectadores, ya estando de pie, volvían a aclamar la presencia de Hamlet.

Ante esa nueva solicitud, Terry finalmente hizo su aparición, y con ello los gritos, los aplausos, los bravos, los silbidos, se hicieron más presentes que hasta el teatro se cimbró.

Él no podía estar más satisfecho por esa cálida aceptación, y con arrogancia y gallardía, caminó por los entarimados.

Con una sonrisa cuán más cautivadora y altanera, también les regaló reverencias para agradecerles su asistencia y por el recibimiento a su regreso a las tablas.

Seguidamente, solicitó aplausos para sus compañeros.

De pronto, inmensos arreglos florales comenzaron a desfilar para llenar el escenario de todo colorido.

Pasados unos minutos, el consagrado se retiró a su camerino para alistarse e ir a celebrar su éxito con sus amigos.

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora