Capítulo 114 parte H

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La palabra dada por parte de Terry y su entera atención en la persona de Cisco, hizo precisamente que éste contara lo siguiente:

— Yo tengo un importante grado en la milicia española; pero debido a problemas personales con el Rey —, Cisco comenzaría a enumerarlas: — por sus ideas que no van acorde con las mías; la falta de representación política, la pésima situación de las clases populares siendo las campesinas las más afectadas, y el temor de que nos enfrentemos a una dictadura en un futuro... soy como muchos dirían, amigo: un vulgar desertor, pero puedo asegurarte que no ha sido por mi gusto.

— ¡Cielos! ¿Tu padre era militar?

— Sí. Él era Capitán de Guardia de Corps de la Reina Regente, y cuando el atentado contra los reyes, a él se le responsabilizó; y desde ahí yo empecé a tener problemas con "Piernecitas"... tenía yo catorce años y desde siempre nos criamos juntos.

— Quien lo dijera; pues, Cisco. Bienvenido al Club — dijo Terry con sarcasmo. En cambio, se defendieron:

— Pero yo no tengo sangre azul como tú.

— No, pero como los changos, saltamos en las mismas ramas.

Los dos se echaron a reír; empero, uno puso fin al relajo al decir:

— En fin; vayamos a cenar para que descanses; además, no me has dicho... ¿para cuándo quieres partir? — preguntó Cisco en el momento de levantarse y tomar de nuevo la guitarra.

— La próxima semana si es posible — respondió Terry poniéndose de pie también.

— Bien. Entonces, le diré a Juan que se prepare para que se vaya contigo hasta Nueva York.

— ¿Sigues con lo mismo? — el actor cuestionó irónicamente; y con seriedad, se le hablaría:

— Terry, a lo que me dijiste hay uno más; y hasta este momento, no sabemos si te sigan buscando. Así que, si es así, saben que no has salido de Indiana

A la par, los jóvenes comenzaron a caminar.

— Sí, tal vez tengas razón; ¿sabes?

Cisco miró a Terry para prestarle atención.

— Hay otra cosa que me ha estado molestando.

— ¿De qué se trata? — preocupación se hubo notado en la voz del moreno.

— De Albert; mi amigo, o bueno, el que pensaba que lo era.

— ¿Sigues dudando de él?

Moreno y castaño se detuvieron unos instantes.

— No al principio, porque lo conocí como un vagabundo y deseché la idea, ya que no tendría cómo pagar; pero pensando una y otra vez que fue la única persona que vi, y después al enterarme de quien es verdaderamente... —, se rascaron la cabeza con desesperación, — ¡ya no sé!

Debido a la reacción presenciada, se ofrecieron:

— ¿Quieres que investigue eso por ti?

— No —, Terry puso una mano sobre el hombro de aquel buen amigo. — Ya has hecho bastante.

— Bueno, entonces, lo primero: a regresar a Nueva York para retomar tu carrera; y cuando tengas el papel principal, ahí estaré contigo.

Como acuerdo, los dos hombres estrecharon manos, prosiguieron su camino y llegaron juntos hasta el interior de la casa, sin haberse percatado que una melancólica figura apagada por la vejez, los había estado observando tras la ventana de uno de los cuartos de aquel lugar, y recordó como ese peculiar personaje a sus vidas había llegado colándose hondamente en sus corazones.

Flash Back

Cisco llevaba un mes de ausencia, y oír el ruido de las ruedas de la carreta le habían llenado de gozo. Mas, al escuchar el alarmante llamado a los peones para ir en su ayuda, el corazón se le había paralizado; y mayormente cuando, al ir a su encuentro, vio al malherido y preguntó.

— ¡Cisco, ¿qué ha pasado? ¿quién es este joven?!

— ¡No lo sé, Pá!

A éste le dieron un rápido abrazo.

— ¡Pero está muy grave! Por favor, tráeme, agua caliente, paños y lo que sea necesario para una transfusión porque ha perdido demasiada sangre.

— ¡Eso es muy arriesgado, hijo!

— ¡Lo sé! ¡Pero tampoco puedo dejarlo morir!

Con pasos acelerados, ingresaron a la casa llevando dos hombres el cuerpo maltrecho; mientras que Cisco iba delante de sus empleados indicándoles dónde colocarlo, en lo que Luis corría hacia la cocina para preparar lo solicitado y también prepararse él, para darle todo su apoyo al moreno que desde que estuvo a solas con el herido, no perdió un solo segundo en atenderlo, ni dormir por las siguientes noches, ni descansar durante los días hasta no ver a aquel joven abrir los ojos de nuevo a la vida.

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora