Capítulo 125 parte G

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La elegante mesa de la Mansión Baker estaba exquisitamente arreglada, aguardando a los invitados que se les había citado a cenar alrededor de las 8 de la noche; y como ya era la hora, Terry caminaba sumamente nervioso por la sala vistiendo elegantemente un tuxedo.

— Hijo, tranquilo, llegarán en cualquier momento — dijo una madre la cual también lucía muy bella en un vestido en color lila.

En eso, y en ese instante el timbre de la puerta se escuchó, y con ello los pasos del castaño se detuvieron mirando rápidamente a la mucama que ya iba en dirección a la entrada.

— Buenas noches — saludaron Luis y Cisco vistiendo igual.

El español, al oír el resoplido molesto de su hermano, diría:

— Sé que no tiene mucho que nos acabamos de ver, pero... dedícame una sonrisita fingida por lo menos de que estás alegre de que ya llegué — le bromeó con ironía.

— Lo siento.

— Está bien, hombre. No te alarmes, llegarán. Acabo de confirmar su presencia y ya no estaban en el hotel.

En eso, de nueva cuenta el timbre sonó y los dos jóvenes volvieron sus miradas a la puerta, y Cisco le dedicaría:

— ¿Ya ves?

En cambio, Terry soltó un ¡Demonios! desesperado porque el que hacia su llegada era su padre, y su hermano no dudó en soltar la carcajada disculpándolo:

— Está muy nervioso, padre.

— Sí, es lo que estoy viendo — dijo el hombre mayor saludando caballerosamente a la dama, más todos sonreían disimuladamente del nerviosismo del menor Grandchester.

Pero como dicen el tercero es el vencido, así fue, el timbre sonó y ésta vez, los invitados llegaron y el castaño hizo unos ojos de... ¡Al fin!

— Buenas noches — saludó el grupo de los Andrew y los anfitriones ya habían ido a su encuentro.

Todo mundo se saludó haciéndose algunas presentaciones correspondientes.

Luego, pasaron a la sala a tomar un aperitivo y en menos de 15 minutos los indicaban a pasar al comedor.

Pasados unos minutos y ya sentados ocupando sus lugares, mientras degustaban la cena, las risas y las bromas entre Archie y Terry estaban de lo más divertida.

Todos lucían muy bien, pero la que más llamaba la atención era Candy, ya que tenía cierto brillo en su rostro. Su vestido rojo le resaltaba más su porte; y la señora Baker se acababa con sus elogios para con ella.

Cisco y Albert platicaban de lo más ameno y cruzaban algunas palabras con el señor Granchester que mantenía conversación con Luis.

Annie también estaba de lo más sonriente y se unía a las risas de las bromas de aquellos dos jóvenes ocurrentes, que nadie hubiese creído si les dijeran de sus altercados pasados.

De pronto, se oyó un tintinear de copas y atrajo la atención de todos los ahí reunidos: era Terry que se había levantado de su asiento ante el asombro de algunos y que mientras sostenía su copa, diría:

— Quiero agradecer a todos su presencia y estoy feliz de verme rodeado de grandes amigos como lo son ustedes, de ver a mis padres juntos y por la dicha de conocer al ser que ni en mis más locos sueños hubiese imaginado tener: mi hermano Francisco, y por supuesto, a Luisito por haber cuidado de él y de mí también. Así que, ofrezco un brindis por todos nosotros y por este momento tan bello.

— ¡Salud! — respondieron todos al mismo tiempo, levantaron sus copas y bebieron de ellas.

Consiguientemente...

— También quisiera aprovechar esta oportunidad, para que...

Por primera vez, a Terry le dio pánico hablar entre tanta gente porque se quedó en una pieza y volvió sus ojos rápidamente hacia su hermano al que le pidió su ayuda.

Cisco sonrió con diversión al notar el apuro en que estaba su hermano, por lo tanto, levantándose de su asiento, se dirigiría al rubio magnate:

— Albert, por gesto amable de mi hermano y con la autorización de nuestro padre, me han solicitado, lo cual lo hago con mucho gusto, que sea yo quien te pida a ti, por ser el tutor y padre adoptivo de Candy, su mano en matrimonio para Terrence.

Todos se quedaron pasmados ante la inesperada petición, mayormente la rubia que se llevó las manos a la boca y a punto de las lágrimas, mientras que Annie, llorando, abrazó a su hermana con gran emoción.

Albert volvió sus ojos hacia Candy, y Terry entendió la mirada indirecta.

So, abandonando su lugar, el castaño se dirigió hacia la rubia y le extendió su mano.

Ella, sin levantarse, la tomó y, sin apartar sus ojos de él, vio como lentamente el actor se hincaba en una rodilla para empezar a decirle:

— Quedé prendido de ti desde esa noche de fiesta en el barco; a pesar de mi soledad y arrogancia tú siempre tuviste la mejor de tus sonrisas para mí. No sé por qué lo hiciste, cuando yo siempre me portaba como un patán contigo, te quise desde ese momento. Sé que te fallé al no ser sincero y pasar por esos momentos tan difíciles. Ya no quiero recordar la bajeza en que caí, ya no quiero recordar que por un tiempo te perdí. Quiero que olvidemos todo y comencemos juntos una nueva vida, y formemos una gran familia para ti y para mí. Ayer sé que tuve la oportunidad de decírtelo, pero quise que mis mejores amigos y mi familia estuvieran con nosotros en este momento, porque a ellos también les debía una explicación. Así que, Candice White, ¿quieres hacerme el hombre más feliz del mundo aceptando casarte conmigo?

— Sí — contestó aquella sin vacilación.

Y la primera en lanzar un pequeño gritito fue la señora Baker que estaba secándose sus lágrimas derramadas.

Por otra parte, el actor buscaba en el bolsillo de su pantalón una pequeña cajita.

Extraída y abierta, el joven sacó un precioso anillo de compromiso para colocarlo en el respectivo dedo en la chica.

Cuando terminó, Terry se acercó a Candy para darle un suave beso y sellar así su compromiso matrimonial.

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora