Capítulo 116 parte E

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Alrededor de las seis de la tarde, el ama de llaves atendía amablemente la puerta:

— Señorito Terry, pase, por favor. La señora lo espera.

Conforme el recién llegado ingresaba, obsequiaba a la empleada un seco:

— Gracias.

Juan, al saber su lugar, siguió a la doméstica. En tanto, el joven, —con su clásico porte y vistiendo impecablemente—, se dirigió a la sala observando a su hermosa madre salir por la puerta del comedor y, que con los brazos extendidos, Eleanor lo recibía.

— ¡Terry, hijo! ¡Qué bueno que ya estás aquí!

— Hola, madre

Ésta recibió un beso en la frente, y por lo tanto, no desperdiciaron el buen rato de humor para comentar:

— ¿Cómo estás? Aunque, yo te noto más delgado ¿Te has alimentado bien?

— Estoy bien, Eleanor — se respondió con irritación yendo en dirección al sofá.

En lo que la dama ocupaba un lugar, Terry caminó hacia el ventanal y se quedó observando el atardecer por unos momentos. Después, la cuestionaba:

— Madre, ¿por qué llamaste al Duque?

— Bueno... —, aquella titubeó. Arrojó un suspiro y empezó a confesar: — Cuando te fuiste del teatro, y nadie, allá, me supo dar razón de ti, busqué erróneamente a Susana. Ésta me contó de tu breve encuentro con esta chica, Candy, y luego lo de tu... adicción. Obviamente, supuse que habías ido en su búsqueda y que volverías pronto, pero conforme pasaba el tiempo, Susana comenzó a intrigar sobre ustedes; en cambio, mi intuición de madre me decía todo lo contrario. Fue por eso, que después de buscarte por mi lado y no encontrarte, me atreví a telegrafiar a tu padre y pedir su ayuda. Lo malo fue, que al enterarse de la situación de Susana y ésta, al ver que tenía su apoyo, le insinuó de tu "posible" paradero; y fue por eso que... marchamos a Chicago. Te aseguro, hijo, que yo no quería que nos acompañase, pero...

Ya no terminaron de contar porque el timbre de la puerta sonó nuevamente. Y mientras la dama se paraba para ir adonde su hijo, se les anunciaba que el Duque había llegado yendo Eleanor para atenderlo en lo que Terry caminaba para ir a sentarse en el sillón que minutos antes su madre ocupara, pero mayúscula sería su sorpresa cuando a sus espaldas escuchaba esa inconfundible voz al gritarle:

— ¡Terry!

El actor se levantó rápidamente y se giró para encontrarse con las personas no gratas de Susana, la madre de ésta, y por supuesto, su padre.

Su madre, quien ya venía a su encuentro, le decía en voz baja:

— Terry, lo siento, hijo, pero tómalo con calma. Tu padre me pidió citarla y tal vez sea buena ocasión para que acabes con esta absurda situación. A mí tampoco me parece que quieran obligarte con el matrimonio.

El joven actor no respondió debido a que estaba trabado del coraje y la vena en su mandíbula no pudo alterarse más; así que, no le quedó más opción que tragarse su orgullo y saludar a los recién llegados:

— Buenas noches, Duque, Susana, señora Marlowe

Claro que del grupo este, la única que estaba feliz era la joven rubia, y era tanta su emoción de verlo y más guapo que nunca, que las lágrimas le comenzaron a rodar por las mejillas, y mientras unía las palmas de sus manos, exclamaba:

— ¡Oh, Terry! ¡No sabes cuánto he pedido para que regresaras! ¡Estuve tan angustiada con tu desaparición que por momentos pensé, que ya no te vería más!

El joven se inmutó un ápice ante la "aflicción" de la ex actriz; y levantando una ceja, apartó sus ojos de ella para irse a topar con la mirada altiva y triunfadora del padre.

Con ello, Terry comprendió que sería una noche llena de problemas; sin embargo, estaba dispuesto a luchar por su libertad, costare lo que costare.

Por su parte, Eleanor, al ver la tensión en las miradas desafiantes entre padre e hijo, se apresuró a invitarlos a pasar al comedor, suavizando sólo un poco el ambiente al decir animosa:

— Vamos, Terry, mira que te he preparado una sorpresa

El castaño aceptó la invitación y atención de su madre con una simple inclinación de cabeza. En cambio, su padre, le daba otra mirada indicándole su atención para con Susana.

Malhumorado, Terry se acercó hasta la silla de ruedas y la empujó delicadamente conduciéndola hasta el área indicada yendo Susana cuán más... radiante de felicidad.

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora