Capítulo 123 parte C

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Sin quitar la mirada de un padre, de éste se oía:

— No, hijo; yo nunca fui el Duque de Granchester — fue la afirmación. — Como acaban de escuchar, sólo fingí serlo. Ante la sociedad lo fui, porque al ser hijo de Graham, todos pensaban que mi padre me heredaría a mí; pero cuando me hizo escuchar su testamento, eso fue lo que indicó, que yo podría usurpar el título, sólo con la condición de que en cuanto apareciera el verdadero dueño, yo no podía usarlo más, ya que automáticamente pasaba a manos de él — finalizó volviendo sus ojos hacia Cisco.

— Entonces... ¿la duquesa? —, intrigado y como si de verdad le preocupara, Terry había vuelto a preguntar, revelándole su padre:

— No hay tal, porque a todos se les ocultó.

— ¡No lo puedo creer! Todos estos años pensando que tú... y ahora no... ¡increíble! — exclamó Terry moviendo su cabeza y sin poder asimilarlo.

Por su lado, Cisco cuestionaba al funcionario:

— ¿Qué podemos hacer?

— ¿Con respecto a qué, señor Xi... perdón, Duque de Granchester? — modificó el abogado.

— El título debe pasar a manos de mi padre, ¡yo no puedo aceptarlo! — dijo el mayor, sorprendiendo a Richard que le reconociera como tal; no obstante, se les aclararía:

— Lo siento, señor. El título es de usted. Usted deberá de pasarlo o a su hermano o a un heredero. Es el único modo.

— ¡Pero esto es una locura! — espetó Cisco volteando a ver a su hermano que de títulos nunca quiso saber nada; así que...

— ¡Para acá no mires! — expresó Terry con advertida negación; y antes de que alguno más hablara, unos gritos llamaron la atención de todos.

Eleanor se dirigió a la puerta del despacho y casi cae, debido a que alguien de la manera más tempestiva, la abrió espetando:

— ¡SABÍA QUE AQUÍ ESTARÍAS!

— ¡MILDRED, ¿QUÉ HACES TÚ AQUÍ?!

— ¡Pensaste que te librarías de mí tan fácilmente, ¿verdad?! ¡Ya viste que no, porque ni tu abogado fue lo suficientemente capaz como para detenerme, aunque... ahora entiendo tu urgencia por divorciarte de mí! — observó con tal odio la recién llegada en cuanto descubrió la figura de Eleanor quien sostenía la puerta.

— Lo siento mucho, señora Baker, no pude detenerla — dijo la nerviosa empleada que estaba parada en el umbral.

— Está bien, Lucy. No te preocupes, puedes retirarte — ordenó la actriz a la asustada mucama; y en cuanto ésta se alejó, se dirigió a la mujer aquella: — Creo, señora, que estos no son modos correctos para entrar así a mi casa.

— ¡¿Y quién va a venir a enseñármelos?! ¡¿Usted?! ¡Pero no vine hasta aquí para perder mi tiempo con mujerzuelas sino a tratar un asunto con MI marido! — la miró con desprecio y se acercó hasta donde estaba el duque... bueno... Richard, pero en el camino Terry se interpuso y...

— ¡No tan rápido, "mi-lady" porque no le voy a permitir que se exprese de eso modo de mi madre, mucho menos estando en su casa! ¡Así que le advierto: la vuelve a insultar y me olvidaré de que es usted mujer!

— ¡Tú no me hables —, se atrevería a ofenderlo llamándole: — bastardo mal nacido!

— ¡A MI HIJO NO VUELVE A LLAMARLO DE ESE MODO, ¿ME HA ESCUCHADO?! — defendió ahora Eleanor y casi saltando hacia la mujer aquella; más ésta vez Richard intervino.

— ¡BASTA! —. Y se dirigió a una: — No debiste haber venido, Mildred; en la carta te expliqué mis motivos de la anulación de nuestro matrimonio. Así que, no tienes nada que hacer aquí.

— ¡¿Y tú crees que con una sola carta se queda resuelto todo?! ¡No, señor! ¡No voy a permitir que por nueva cuenta de esta sucia mujer, me hagas a un lado y a tus hijos por este mugroso bastardo!

— ¡Mida sus palabras, señora, porque le aseguro que se arrepentirá! — fue la amenaza lanzada del actor el cual ya estaba a punto de perder la calma.

Obviamente, la mujer lo ignoró, y se dedicó a observar a los presentes con verdadero desdén; más algo llamó su atención: la figura alta y bien proporcionada de Cisco que fueron analizadas sus facciones y encontrándoles cierto parecido con alguien, no obstante, no podía aseverar a quién, porque ya el moreno comenzaba a dejar crecer nuevamente su barba.

Por su parte, el español sosteniéndole la mirada con el ceño fruncido por la manera tan grosera de tratar a la señora Baker, no tuvo necesidad de preguntar sí ella era la madrastra de Terry porque era más que obvio que sí.

— ¡¿Quién es éste?! — preguntó la duquesa de manera prepotente y mirándolo de arriba abajo.

Cisco respondía lo más amable que se podía:

— Considero que esa no es la manera correcta de preguntar, señora, porque ignoro quién sea usted; así que, no es bien visto que una dama de su categoría, entre a un hogar de este modo, mucho menos insultando, si no ha sido invitado.

— ¡¿Y quién te crees tú para darme clases de moral, insolente?!

El enojo que en Terry empezaba a crecer, se convirtió en una descarada y socarrona carcajada que hizo a los concurrentes voltear a verlo.

— ¡TERRENCE!

Por parte de alguien resonó su nombre en el lugar intentándose llamar la atención.

En cambio, el joven actor le miró con enojo, y aprovechó el momento para hacer: una mofada reverencia y decir con sorna:

— "Mi querida duquesa"... ¡Oh, es verdad! — fingió recordar algo. — ¡Cómo lo fui a olvidar! — chasqueó sus dedos. — Aunque me pregunto, padre —, el hijo puso una mano en su mentón, — si tú ¡NO! eres el Duque de Granchester — le apuntó, — ¡por lógica, tu insignificante mujer tampoco lo es, ¿o me equivoco?!

El histrión le regaló a la regordeta mujer una mirada con todo el odio que por muchos años le guardó por su maltrato; pero los ojos de aquella se desorbitaron al oír las palabras dichas por Terry, y no tanto por notar su menosprecio, sino por lo otro. 

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora