Capítulo 120 parte C

89 19 4
                                    

Cisco depositaba unos billetes sobre la mesa cuando vio al castaño ponerse de pie con firmes intenciones de ir hacia donde las chicas, sin embargo "algo" lo detuvo, devolviéndolo a su lugar nuevamente, extrañándole al español ese arrepentido movimiento en su hermano, pero cuando vio aparecer a dos jóvenes elegantemente vestidos, el moreno rió por lo bajo al ver al castaño cruzarse de brazos y poner cara de niño cuando le quitan su "dulce".

Por su parte, el actor, al notar la mofa del moreno, le tiró una patada por debajo de la mesa.

En el intento, Terry golpeó su pie en las patas de la silla de acero que estaba a su lado, consiguiendo con ese acto que Cisco soltara la risa al percibir el obvio dolor en el rostro de aquel.

Mientras el castaño mascullaba entre dientes una que otra palabrota, levantó su pie derecho y lo apoyó en su rodilla izquierda para verse el golpe.

No obstante, la risa de Cisco ya había llamado la atención de algunos presentes, incluyendo la mesa de los Andrew, reconociendo Albert a sus vecinos, a los cuales, desde su lugar, saludó, respondiéndole los jóvenes Granchester.

Para éstos, como ya era tiempo de retirarse, fueron rápidamente hacia los recién llegados.

— Buenos días — saludó Terry falseando un poco de la pierna derecha.

— Buenos días — contestaron al mismo tiempo los chicos Andrew.

— ¿Qué te pasó? — Candy preguntó con suma consternación.

— Oh, nada serio, pecosa — el rebelde respondió sonriente y a la vez advirtiendo a su hermano a que no dijera nada.

En eso, Albert se levantó para estrechar manos con el español, aunque a todos les extrañó verlos con la misma ropa de la noche anterior; y debido a eso, el rubio les preguntaba:

— ¿Está todo bien?

Los medios hermanos cruzaron miradas, siendo el castaño quien dijera:

— Con algunas novedades, pero sí, todo bien, gracias.

— ¿Gustan acompañarnos? —, ésta vez fue Archie el que les invitó gentilmente.

— De hecho, ya íbamos de salida, pero si Terry no tiene inconveniente —, dijo Cisco mirando con un poco de burla al actor el cual aceptaba:

— No, por mí está bien.

Con esa respuesta, Albert ordenó agregar dos lugares más a la mesa; Después de ocuparlos...

— Y ¿cuántos días se quedarán en Nueva York? — preguntó Terry observando a cada uno del grupo.

— Dos más; queremos aprovechar el fin de semana para regresar —, fue la confirmación de Albert.

— Bueno, entonces ¿qué les parece si hacemos algo juntos antes de que se vayan? ¡Ah!... por cierto — reaccionó el actor tomando el antebrazo de su hermano. — Recuerdan a Cisco, ¿verdad?

— Sí, lo conocimos anoche — respondió Archie extendiendo su mano para presentarse por sí acaso de él se habían olvidado.

— Ah, es verdad, pero se quedaron en lo más emocionante.

Terry contestó con cierta intriguilla, y el grupo disimuladamente rió oyendo:

— Ustedes tienen mi exclusiva.

Los presentes se miraron fingiendo sorpresa.

— De que este hombre, a mi lado, es nada menos que otro... Granchester.

Todo mundo se quedó en silencio por un momento por la curiosidad que sentían de saber más:

— Mi hermano mayor.

— ¡¿Cómo?! — exclamaron los visitantes, pero Cisco retomaba la palabra:

— Todavía no es formal lo de Granchester... pero sí resultamos ser medios hermanos... y yo por ser el mayor, me corresponde golpearlo por ser tan insolente.

El moreno alborotó la cabellera castaña de Terry que peleó juguetonamente causando las risas de todos, excepto las de Archie el cual se mantuvo serio.

Terry y Cisco, al percibir ese gesto, se disculparon de inmediato con él al recordar que habían leído en el periódico la pena que la familia Andrew estaba pasando al enterarse que Stear había caído en la guerra.

Archie, como todo caballero, se levantó de su lugar, y dejando a lado sus rivalidades de antaño con el actor, le ofreció la mano amigablemente y lo felicitó. Cuando se abrazaban le decían al oído:

— Sólo espero que él sí te pueda disciplinar —; volviendo todos en general a las risas por el gesto de rebeldía de Terry.

Así continuó la conversación, entre bromas y contando las aventuras de los más jóvenes en su estancia por el Colegio San Pablo, compartiéndoles Albert también las suyas de cuando era un vagabundo queriendo recorrer el mundo; pero Candy, curiosa por saber más de aquel moreno, se atrevió a preguntarle sobre España, contándoles Cisco en breve: cómo era la vida en su país natal y también el cómo había llegado a América, escudando por supuesto, la muerte de su padre.

Sin embargo, en lo que el español hablaba, la rubia pecosa observaba detenidamente a los dos hermanos para comparar sus re-semblanzas, llegando a la conclusión de que el moreno tenía un cierto aire con el duque mientras que Terry con el de su madre Eleanor.

Por supuesto, se escrutinio fue obviamente observado por el castaño, el cual sonreía divertido de la actitud hostigosa de la rubia.

Con ésta y en el momento de cruzar miradas, él le guiñó un ojo diciéndole bromista:

— No le busques tanto, pecosa, porque no se parece a mí, ya que ¡YO! soy más guapo que él.

Y todos empezaron a reír de la arrogancia nata y característica de Terry.

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora