Capítulo 123 parte F

83 19 1
                                    

La pecosa, siguiendo de pie, respiró profundo; y tomando mucho valor, se acercó a Terry.

Los dos se miraron; y la rubia enfermera sonriente, puso una mano en la mejilla del actor el cual no desaprovechó para sostenerla pero sin quitarla de su rostro y decirle en voz baja:

— Perdóname. Soy un cobarde que no te merece.

— No, no digas eso. Hiciste lo correcto porque así debía ser desde el principio — afirmó Candy sin retirar su mano del rostro del guapo joven mientras que en el suyo las lágrimas comenzaban a rodar; más ella le desearía:

— Quiero que seas muy feliz.

— No me pidas eso — se negó actor.

— Tú me lo pediste una vez, ¿recuerdas?

Él dijo sí.

— Entonces, ahora tú debes cumplir esa promesa. Ella se lo merece.

Los ojos de Terry se llenaron de lágrimas y sacudió levemente su cabeza al ver la entereza de aquella joven.

Luego, besó la palma de la mano de la chica y cerró los ojos; pero en lo que una lágrima se le escapaba, le confesaba:

— Te amo y siempre lo haré.

Candy con dos dedos de su mano libre, limpió la lágrima que rodaba por la mejilla del actor, se los llevó a la boca para besarlos y después le diría:

— Yo también te amo —, y le sonrió.

Posteriormente, ella pasó un poco de saliva para enterar:

— Debo marcharme; ya no tengo nada más que hacer aquí.

Candy se soltó de la mano de Terry y buscó rápidamente la salida.

Ninguno perdió detalle de ese sencillo acto de amor entre aquellos dos jóvenes, pero los padres estaban viendo a su sacrificado hijo cuando se giraba para ver marchar a la rubia de ojos verdes mientras que Terry sentía como su hermano le palmaba la espalda dándole ánimos.

Sin embargo, Candy estaba por la abrir la puerta cuando de repente:

— ¡NO, CANDY! ¡ESPERA, NO TE VAYAS! — gritó Susana; y precisamente...

— ¡Susana! — exclamó la señora Marlowe a la que se le pedía:

— ¡Silencio, madre! ¡YO invité a Candy a venir aquí porque... quiero que delante de ella y de Terry... se rompa este compromiso que egoístamente forcé!

— Hija, Susana, no sabes lo que dices... además, estás enferma y Terrence ya ha aceptado — neceó la madre de la chica la cual se defendía:

— ¡Sí, claro, estoy enferma, pero tú lo estás aún más, porque lo único que quieres es sacar provecho de mi incapacidad para tu propio beneficio! ¡¿Crees que no me he dado cuenta que sólo es el interés y la posición social por lo que lo haces y no tanto por el amor y bienestar que me debes a mí, que soy tu hija?! Finalmente lo comprendí y es por eso que... ¡No aceptaré la propuesta de matrimonio de Terrence ni hoy ni nunca! Él ha dicho bien — señaló a Cisco; — no seremos felices si sólo el que ama es uno. También lo aprendí de Terry en la última cena que tuvimos; así que te devuelvo tu promesa, Candy, y la tuya también, Terry... ambos son libres de promesas tontas. Tuve la esperanza de que al menos en esta condición en que estoy —, se señaló, — Terry me mirara con un poco de amor, pero no... nunca lo ha hecho ni lo hará porque cada vez que lo hace, sé que le recuerdo que por mi culpa lo he separado de la mujer que verdaderamente ama... así que... te devuelvo tu palabra, eres libre para casarte o con Candy o con quien tú quieras. Yo no seré más un obstáculo en la vida de nadie. He aprendido que primero debo amarme a mí misma para que alguien me ame tal y cual soy — finalizó la ojo azul sorprendiendo a todos la seguridad en sus palabras.

Cisco sonrió al ver en el rostro de Terry nuevamente la esperanza de recuperar a su único amor: a Candy que no sabía qué decir y se aferraba a la perilla de la puerta, incrédula, ya que por un momento pensó que lo que la ex actriz le había dicho con anterioridad habían sido mentiras.

El señor Granchester que estaba más cerca de la pecosa, se acercó a ella y le tomó un brazo para hacerla sentar, y eso enfureció a la señora Marlowe aún más.

— ¡Si yo sabía que nada bueno traería la presencia de esta mocosa insignificante! –expresó con verdadero desprecio, — ¡es tu culpa que esto haya terminado así!

— ¡Señora Marlowe, cuide sus palabras y modos de hablarle porque no se lo permitiré!

Terry, en verdad molesto, saltó a lado de la señora Marlowe.

— Terry, por favor — lo llamó Candy al ver su acción agresiva, lo que bastó para que el joven fuera hacia a ella.

— ¡Esto es inaudito! ¡Increíble! — dijo indignada la madre de Susana al ver la obediencia del actor ante la plegaria de la pecosa.

— Bien, entonces considero, señora Marlowe, que ya no hay nada más que tratar. Susana ha hablado y dado sus motivos para cancelar el compromiso.

Cisco volteó para buscar la mirada de la rubia ojo azul para confirmar su decisión.

Para afirmarla, se giraron a ella; hecho así, se diría:

— Yo responderé por el bienestar de ella y los cuidados que necesite; y si ella me lo permite con gusto localizaremos al mejor ortopedista del país o... de Europa, para que ella vuelva a caminar — se ofreció el moreno español.

— ¡¿Y usted por qué se toma atributos que no le corresponden?! Si es el Duque quien debería responder.

La mujer se había molestado de la intromisión de aquel, por lo mismo...

— Señora Marlowe, yo con gusto responderé como padre de Terrence con todo lo necesario para ayudar Susana.

— Pero, Duque...

AMOR PERDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora