Capitulo 45

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— Te amo— Confesó Jughead.

— Te amo— Respondió Betty sonriéndole.

Jughead sonrió y la besó. Ella correspondió y esta vez el beso estaba siendo más feroz y lujurioso que el anterior y se separaron casi sin aliento.

— Creo que los dos sabemos hacia dónde va esto— Supuso Jughead acariciando la espalda de la rubia.

Betty asintió. — Vamos a tu habitación — Dijo acariciando su mejilla.

Jughead sonrió con picardía y cargó a la rubia, llevándola entre besos y algunos tropiezos a su habitación.

Al llegar, la dejó sobre la cama y se separó para quitarse la camisa. Cuando se la quitó, volvió hacia ella y él mismo le quitó el vestido y lo tiró hacia otro lado. Volvió a besarla y bajó sus besos húmedos al cuello de la ojiverde y ella se aferraba del cabello del pelinegro.

Éste se detuvo para quitar el sostén de la chica. Una vez que se lo quitó, admiró sus pechos desnudos y notó cómo ella se sonrojaba levemente mientras lo miraba a él.

Él acarició su mejilla y luego volvió a besar su cuello y bajó hacia sus pechos. Se posicionó sobre ella mientras continuaba besando y succionando sus pechos mientras ella dejaba escapar algunos jadeos.

Él no tenía prisa. Quería sentirla y lo disfrutaba. Quería tomarse su tiempo para explorarla y seguir en contacto con su suave y adictiva piel, y disfrutar a esa rubia que se había convertido en su peor y más fuerte adición.

Ella lo deseaba tanto como él a ella. Simplemente amaba la manera en la que él la miraba, la tocaba, la acariciaba y la besaba. Amaba la manera en la que él la trataba aún en el sexo. Era un momento en el que nada más existía. Solo ellos, acariciándose, explorándose, entregándose y demostrándose así lo mucho que se importaban y se amaban.

Él seguía bajando sus besos hasta llegar a su abdomen y ahí se detuvo. Se separó para quitarse el pantalón y una vez que se lo quitó y lo tiró al piso, volvió a posicionarse sobre ella. Volvió a su boca y en un rápido movimiento le quitó a ella las bragas, a una velocidad y con una agilidad sorprendente. Se notaba que tenía experiencia en esto.

Y ahí la tenía, totalmente desnuda para el. El mismo la había desnudado y explorado a su antojo.

— A partir de ahora, Elizabeth, eres mía y solo mía. Totalmente mia— Susurró el ojiazul contra su oído. — Ahora compórtate, nena—

— Y tú, Forsythe, a partir de ahora eres mío y solo mío. Totalmente mío. Te prometo ser buena, papi— Respondió la rubia en voz baja.

— Sin condón, porque ya lo que temíamos que pasara está dentro de ti. ¿Serás buena, nena?—

— Si seré buena, papi— Aseguró.

Ahí fue cuando Jughead se deshizo de su ropa interior y entró en ella, ambos dejando escapar un gemido. Ella enredó sus piernas alrededor de la cintura del chico mientras éste entraba y salía de ella cada vez más rápido, y ella enterraba sus uñas en la espalda desnuda del pelinegro. Sentían su liberación acercarse y los gemidos de ambos hacían eco en aquella habitación. Él deslizándose dentro de su caliente y estrecha entrada, y la rubia sintiendo como él se movía dentro de ella y eventualmente ambos terminaron por correrse, llegando juntos a su clímax.

Finalmente los dos cayeron rendidos y exhaustos sobre la cama, recuperándose. Él la abrazó fuertemente y ella se escondió en su pecho desnudo. Con ella todo era diferente. Cuando el chico se acostaba con chicas solo por placer, después de terminar simplemente se despedía de ellas. Pero con la rubia era mucho más que eso. Con ella era mucho más que solo sexo. Porque aún después de eso, la quería cerca de él.

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