MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa)

~•¿QUÉ HAGO?•~

•~Capítulo.21.~•

ARMIN

— ¿Tú también, Ada? No me jodas.— Escupo aligerando el paso, dejándola atrás. — Menos mal soy tú hermano mayor, llego a ser tú enemigo y me hundes la vida.

Oigo como me llama a la vez que baja las escaleras tan rápido como puede, pero con cuidado de no caerse con los diez centímetros de tacón que me lleva.

— Armin, no te enfades. Solo daba mi opinión.— Se excusa desesperada.

Me detengo y volteo a verla.

— Simplemente no te metas en nuestros asuntos, ¿Vale?— Le pido tratando de no elevar mi tono de voz.

Veo la incredulidad en sus ojos y luego tan solo deja escapar una risa amarga, no creyéndose lo que le acabo de decir seguramente y ante eso, molesto, ruedo los ojos, preparándome para el drama que se me avecina por su parte.

— ¡Armin, Edel también es mi amigo, sabes!— Me chilla. — ¿Crees que es bonito ver como cada día que pasa os habláis menos? No me jodas tú. ¿Tanto os cuesta pensar en los demás? No sabéis qué tan incómodo es estar con ambos y no poder hablar de según qué cosas porque si no se ofende uno se ofende el otro. ¡Sois unos egoístas de mierda!— Me reclama, clavando la uña de su dedo índice en mi pecho varias veces, a medida que sus ojos se llenan de lágrimas.

— Vale, muy bien Ada, dime, ¿Qué hago?— Le pregunto cansado.— Dime cualquier mierda que no haya intentado ya. ¿No te das cuenta de que lo he intentado todo? He intentado hablarlo con él con calma, pero basta mencionarle que entre nosotros no puede haber más que una amistad para que se ponga echa una furia o que directamente agarre y se vaya. — Le explico con desespero.— Me he visto con otros hombres y tienes que ver cómo acaba todo cuando eso sucede, Ada. Es más, tú lo sabes. Dejé de verme con otros hombres y mujeres por él. ¿Qué más puedo hacer? — Le relato con la rabia fluyendo por mi garganta.

Desbarato mi cabello en un ataque de rabia y doy una vuelta sobre mi eje, tratando de calmarme.

¿Qué ha pasado? Lo mismo de siempre.

Tratamos de estar los tres o aveces los cuatros reunidos, mantenemos conversaciones normales y en el momento en el que alguno de nosotros habla de un ligue, un romance, una relación... O qué se me dé la puta gana de acercarme a una persona sin importar cuál sea el motivo, así está él, Edel, como si se tratara de mi puta sombra. No necesito hablar con él o preguntarle, enseguida los celos le salen por los poros.

— No te quedes callada ahora después de haberme dado la lata durante un cuarto de hora.— Le digo.— Si al menos no hubiese tratado de hablarlo con él o algo parecido, vale, pero no es así.

— Joder...— Musita.

Hasta que al fin entiende.

Sigo mi camino a nuestra sala, donde basta llegar para yo tirarme en un sofá, tratando de relajarme, porque sino soy capaz de tirarme del primer ventanal que me encuentre.

— Si esto sigue así soy capaz de irme del país, cambiar mi nombre y nacionalidad y te juro por nuestra puta madre que no me vuelve a ver.— Gruño tapando mis ojos.

— ¿Y yo qué?

— ¿Tú qué de qué?— Le pregunto no entendiendo de qué habla o a qué se refiere.