~•ALFAS•~

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•~Capítulo.53.~•

RAINA

— Es aquí.— Le digo al chófer.

El auto se detiene frente a la casa. Miro los alrededores y decido salir del auto, con bolso en mano y bajándome las gafas de sol.

— Espérame aquí, no creo que tarde mucho.— Le digo.

— Sí, señora.

Con pasos lentos camino en dirección a la puerta y cuando estoy por llegar una empleada con regadera en mano me ve y se acerca corriendo a mi.

— Buenas tardes, Señora...— Saluda ella, sonriente y haciendo una pausa esperando a que le diga mi nombre.

— Soy la madre del dueño de esta casa.— Doy a entender.— Raina Ritcher Klein.

Su cara parece palidecer y su sonrisa se vuelve nerviosa.

— ¡Oh!— Exclama sorprendida.— Pase, pase, por supuesto.

Abre la puerta por mí rápidamente. Me adentro y doy los primeros pasos, viendo que tan bonita es la casa.

— Es raro que la señora de la casa no nos haya dicho que vendría visita.— Me dice la empleada a mis espaldas.

— Porque no sabe de mi llegada, básicamente.— Digo con simpleza.

Me quito el bolso y la chaqueta que llevo y se la tiendo para que cuelgue ambos. Guiándome por mi misma camino hasta llegar hasta lo que sería la sala.

— ¿A-Aviso a la señora?— Me pregunta.

— ¿Dónde está mi hijo?

— El señor cada mañana se va a la empresa, suele volver un poco más tarde.— Me explica.

Asiento asimilándolo. Es entendible. Dedrick siempre ha sido así.

— Entonces avísale de mi llegada a Frida.— Ordeno.

Es dar esa orden y ella correr a acatarla. Sola, asimilo como la casa no es muy grande que digamos aunque en la entrada haya visto como hay unas escaleras que van a un segundo piso o como también, el jardín era enorme. Supongo que para una pareja esa casa basta y sobra. Aunque claro, con lo básico y simple que es Dedrick, más no me podía esperar.

— Raina.— Oigo la dulce voz de Frida adestrarse a la sala.

Mi mirada cae en ella e inmediatamente sonrío viendo como su barriga se ha agrandado aún más desde la última vez que la vi.

— Frida.— Saludo.— ¿Qué tal estás? ¿Y el bebé?

Se sienta con cuidado frente a mi.

— Me alegra que preguntes. Yo muy bien y el bebé estupendo, gracias.— Contesta. — ¿Y tú? Al parecer no tardaste nada en encontrarnos, eh.

Así es. Mientras que Frida iba a la mansión a visitarnos periódicamente, yo al menos, no tenía ni pajodera idea de dónde vivían ellos, sumándole al hecho de que Dedrick no volvió a pisar la mansión. Y supongo que él también le prohibió decirme nada, ya que su despreció hacia mi persona aún persiste.

MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora