~•CORAZONES DESTROZADOS•~

540 91 9
                                    

•~Capítulo.109.~•

DEDRICK

— Vengo a retirar la denuncia a Káiser Garagad.— Le digo al agente detrás del mostrador.— Todo fue un malentendido.

Increíble lo que soy capaz de hacer por Egan.

— ¿Está seguro de querer retirar los cargos?— Me pregunta mirándome por encima de sus gafas redondas.

No.

— Sí.

Con un gesto, le ordena a su compañera a que vaya en donde Káiser y habrá su celda. Minutos después puedo divisar a Káiser caminar por el pasillo acompañado por la policía, que lo mira como si fuera una obra de arte jamás vista, cosa que me hizo rodar los ojos.

¿Esta cosa es hermano de mi alma gemela?

Dónde hay sol, hay luna.

— Qué sorpresa, el prestigioso Dedrick Ritcher Klein arrepintiéndose de sus hechos. Me cuesta creerlo.— Musita fingiendo sorpresa. — ¿O mi hermanito te pidió que lo hagas?— Dice y ríe.— Pues muy Alfa dominante no eres.

Con pasos agigantados me acerco a él y lo tomo del cuello de la camisa que lleva puesta. Gruño en advertencia para que se calle, pero ver la diversión en sus ojos, lo que me hace soltarle de golpe, escuchando su risa en lo que se arregla la camisa.

— Explícame cómo es eso de que compartís sangre siendo tú un maldito albino de ojos rojos y él... siendo él.— Ordeno.

Ríe.— Somos medio hermanos.— Contesta simple.

Dispuesto a hacerle más preguntas abro la boca, pero el sonido de móvil sonar desde el bolsillo de mi pantalón me hace ser interrumpido. Le mantengo la mirada en lo que saco el móvil y lo pongo en mi oreja.

— ¿Dedrick? ¡Tienes que buscar a Egan! Yo... Mi mamá... ¡Ah, joder! ¡Solo búscalo, por favor!— Pide Calista, notablemente preocupada.— Hace dos horas salí a buscarlo y no lo encuentro.

Ya se estaba haciendo costumbre el recibir llamadas de mi cuñada y siempre, siempre para notificarme de catástrofes. Esto solo me hacía querer no volver a contestar sus llamadas.

— Te llamaré si lo encuentro yo antes.— Es lo único que me dice Káiser cuando coge sus pertenencias del mostrador del agente.— Adiós, cuñado.

— No te necesitamos para encontrar a ...

— No te he preguntado, cuñado.— Antepone, sonriendo.— Solo encuéntralo antes que yo y listo. Asegúrate de que se encuentre bien.

Me jodía que fuese él quien me estuviese dando una orden, pero sobretodo que tuviese razón.  Y claro, no necesité más de dos minutos en lo que firmaba el retiro de los cargos para tomar el auto e ir a lugares a los que a él le gusta ir o barrios en los que suele pasear.

Fui a bares, fui a antros, fui a clubes... Los propietarios, barmans y conocidos me dijeron que no lo habían visto. Sin embargo, uno de ellos me dijo que lo vio y que se fue, embriagado y desolado. ¿Qué sentí con tan poca información? Me sentí morir. Como si sus sentimientos tomaran posesión de los míos, sentí como si mi corazón fuese apuñalado, roto en pedazos y de solo pensar que así era como se encontraba Egan, lo único que quería era destruir y quemar hasta los cimientos lo que sea que haya causado aquello en él, en el amor de mi vida.

MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora