~•DOS ALMAS LASTIMADAS•~

1.1K 156 24
                                    

•~Capítulo.90.~•

MICHAEL

— ¡Rose, he vuelto!— Digo nada más abrir la puerta de casa, jugando con las llaves.— ¿Rose?

— Salió.— Dice Edel bajando de las escaleras.

Lo veo bajar de las escaleras con las manos en los bolsillos, con calma.

— Si se supone que ahora somos novios y ya no me acosas, ¿Porque sigues entrando a mi casa sin mi permiso?— Le cuestiono sonriendo sarcástico.

— No entré sin permiso.— Se queja acercándose a mi.— Rose me dejó entrar y luego salió. Simple.

— Ya, claro.— Vacilo.

Cuando llega a mi sus manos se apropian de mi cintura atrayéndome a él, y sonriente, bajando su altura a la mía, dejando un beso fugaz en mis labios. ¿Porqué insiste en ser romántico?

— ¿No podías aguantar más sin verme o qué?— Le pregunto, gracioso.

— Diría que eres arrogante, pero me limitaré a decir que eres realista y que tienes razón.— Sonríe.— Quería verte.

[•••]

Veo como de espaldas a mi va degustando el sabor de la salsa que está cocinando. El aroma de la casa, ahora con el aroma de la salsa boloñesa, me estaba haciendo que me muriese de hambre. Riquísimo...

Es atractivo verlo cocinar...

— ¿Tan guapo me veo que no puedes dejar de mirarme?— Me pregunta sin voltearse a verme.

— Lo cierto es que sí.— Me sincero encogiéndome de hombros.

— Mmhh... Lo entiendo.— Sonríe de lado.

Se gira, desatándose el delantal de sus espaldas, caminando hacia la islita de la cocina en la que me encuentro sentado, sobre un taburete. Cuando llega a mi, se recuesta flexionando los brazos, en la islita, mirándome fijamente con esos iris verdes y pupilas oscuras como el carbón.

Finjo que no me importa su acercamiento, mirándole fijamente a sus gatunos ojos. Su sonrisa ladeada demuestra que tan seguro de sí mismo es y que tan atrevido puede llegar a ser.

— ¿Qué quieres? ¿No se te va a quemar la comida? Te recuerdo que tengo hambre.— Le digo bajo, bajando la mirada a sus labios.

— Quizá quiero un beso, quizá dos, tres...— Musita grave, imitando mi acción.

— ¿Si? ¿Y si no te los doy?— Le provoco.

Da vuelta a la mesa.

— Te los robaré. — Dicta parándose frente y alzando mi mirada a él, tomando con delicadeza mi cuello.— Te robaré besos sin cesar. Te los robaré hasta cesar esta sed. Hasta cesar esta sed de ti.

Y no mentía.

Inclinándose, besó mis labios con gran intensidad, introduciendo su lengua en mi cavidad bucal, explorándolo. Su beso sigue una ritmo lento, delicado y seductor.

MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora