~•LA CADENA•~

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•~Capítulo.5.~•

EGAN

Caminamos y caminamos entre charlas tontas. Edelmira me ha dicho que se llama, un hermoso nombre elegante. Desde lejos se podía notar que no era cualquier niña, ya fuera por el vestido y zapatos que llevaba o no, sino por su rostro pulcro, delicado y lindo, además de su hermoso cabello dorado que cae hasta su cintura y que es decorado por dos trenzas.

Mi mamá y mi hermana tienen razón cuando me dicen que soy un imán para los problemas. ¿Quién me manda a mí meterme entre una niña y un agente? Ni que fuese Batman. Sin embargo, lo hecho hecho está, hay que joderse y la niña tampoco es que sea mala compañía.

— Y dime, ¿Porqué no fuiste a clase?

Enseguida siento el ambiente cambiar. Su mano aún se aferraba a mi mano, pero esta vez más fuerte hasta el punto en que sentí un ligero temblor venir de ella. Curioso la miro esperando una respuesta de su parte.

— Mis compañeros me hacen daño.

Joder.

— ¿Y no les has dicho nada a tus papás?

— A mis papás no, pero a mi hermano mayor sí. — Me dice con tono afligido.

— Muy bien, ¿Y qué te ha dicho?

— Que me volverá a cambiar de centro.

¿"Volverá"?

— Oh.— Es lo único que articulo totalmente desconcertado.

El resto del camino no hablamos, simplemente me quedo pensando en la terrible familia que debe tener y a la vez poderosa, como para que una chiquilla de su edad no se atreva a hablar con ella y cuando se atreve a hacerlo con el hermano este solo decide cambiarla de centro y listo.

Yo siempre he sido el pequeño en casa, pero aún así, cuando Calista y yo íbamos al colegio o incluso después al instituto, persona que se metía con ella era persona que se metía conmigo y al revés. Yo era su escudo y su arma a veces y cuando yo era el dañado, ella cogía valentía y se convertía en mi escudo y mi arma. Así somos los hermanos Meyer.

Es triste que su propio hermano no le haya dado la suficiente importancia como para ir de cara a su colegio y ser su escudo y su arma.

Al poco tiempo en el que hemos estado caminando tan metido estaba en mis pensamientos que no me he dado cuenta como cada vez nos acercábamos más a lo que parecía ser una jodida mansión, por no decir un puto palacio de esos que se ven en las películas americanas.

— Adelmira, ¿Te has perdido? Aquí no hay más casas.— Digo señalando a la nada.

— No.— Niega y ríe.— Esa es mi casa.— Y efectivamente, señala ese enorme paraíso.

Bueno, al menos mis sospechas han sido aclaradas. Es obvio, un solo pelito de la enana aquí presente cuesta más que mi alquiler, mi ropa, el agua y la electricidad de mi casa.

— ¿Sabes que veo, Adelmira?— Le digo y ella me mira curiosa.— En lugar de esa mansión, veo en letras mayúsculas un "ERES UN POBRE DE MIERDA"— Le digo y ambos reímos a carcajadas.

MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora