~•SU CASO•~

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•~Capítulo.39.~•

EGAN

Aquí me encontraba, sentado en un banco, en el parque. La música resonaba en mis oídos, mientras veía a los niños jugar y como articulaban palabras con la boca reemplazadas por la letra de la canción que escucho.

Hoy especialmente, era un día de mucha calor y suponiendo que era un domingo, mucha gente disfrutaba de su último día del fin de semana y yo, pues lo disfrutaba a mi manera. De paseo y escuchando música.

Esto era lo que necesitaba para despejarme un poco. Aunque muy tonto por mi parte era ir al parque donde se daban mis encuentros con él y Edelmira y sentarme en el banco que ambos ocupábamos.

Estoy siendo un poco obsesivo.

Con eso en mente me pongo en pie y decido irme de ahí. En eso, mi móvil vibra en mi bolsillo trasero. No sé porque, ansioso, saco el móvil rápidamente y esa ansiedad desaparece al ver el nombre de Angelo y no de quien esperaba que fuera.

— Qué idiota soy.— Me río de mi mismo, no importándome parecer un loco frente a los niños que juegan.

Me meto en el chat y leo <<Egan, ¿Te apetece tomar algo?>>.

¿Si o no?

Tras tomarme mi tiempo decidiéndome si sí o si no, me decido por lo siguiente: << Sí.>>, contesto.

Emborracharme me hará bien.

<< Bien, mándame tu ubicación.>> Me llega enseguida en respuesta.

Hago lo que me pide y espero en una calle cercana a la carretera, teniendo claro que seguramente me buscaría en coche. Tal y como hacía él. Y así como pensé, así fue. No tardo en ver un cochazo blanco detenerse a mis pies.

La ventanilla polarizada baja y lo veo a él, con gafas de sol, que baja un poco y luego sonríe en mi dirección.

Buon pomeriggio.— Saluda.— Sube.

Doy la vuelta al coche con la atenta mirada de todos los transeúntes que caminaban tan tranquilamente hasta que apareció tremendo cochazo.

— ¿Qué te ha pasado en el rostro?— Pregunta cuando arranca.— ¿Te has metido en problemas?

— Me di a hostias con un borracho del bar.

— ¿Ganaste?

— Gané.

— Así me gusta.

No me esperaba que dijera eso y eso me hizo reír mucho. Por su parte esperaba que me dijera que eso estaba mal y que debería tratar que eso no volviera a pasar, pero ese no fue el caso.

— No me esperaba esa respuesta.— Me sincero cesando mis carcajadas.

— ¿No? ¿Porqué?

— No sé.— Me encojo de hombros.— Pareces estar en otra honda supongo. Mientras que yo tengo aspecto de gamberro, tú pareces ser esos reyes que cuentan en los cuentos para niños. Siempre tan perfectos, brillantes, elegantes...— Comento.

Tal cual como otra persona que conozco.

— Oh, grazie.— Dice irónico y vuelve a reír.

— Qué fuerte.— Murmuro.

Hablábamos de tonterías y de cosas que no tenían sentido y una y otra vez todo acababa en risas, hasta que llegamos a puertas de una enorme finca de brillaba más que las calles de Alemania en una noche de navidad. Demasiados pisos tenía el edificio y en la entrada parecían haber guardias y hasta una persona de traje que adivinando, diría que es un mayordomo o algo así.

MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora