~•MICHAEL LUÍS•~

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•~Capítulo.24.~•

EGAN

Buenos días.

Voy saludando a cualquiera que se me cruza por el camino a medida que me dirijo al despacho de Angelo, dispuesto a indicarle qué horarios tiene y qué debe hacer.

Me ha dado tiempo a llegar tras haber entrado a hurtadillas a casa con el único propósito de ducharme y cambiarme. Tan rápido como hice eso actué como el inocente que soy e hice entender que sí dormí ahí, únicamente para no dar explicaciones.

Cuando poso frente a su despacho toco y segundos después entro. Lo veo teclear cosas en su ordenador para después mirarme y sonreír, como siempre.

— Buenos días, jefe.— Saludo nada más acercarme.

Buongiorno, Egan.— Me devuelve el saludo.— Agradecería que me llamaras por mi nombre, ya que será pesado llamarme jefe todo el día y todos los días, siendo así que eres el trabajador con el que más tiempo pasaré.— Me da entender.

— Entendido, Angelo.

No iba a haber mucho drama, quiere que le llame así y no de otra forma, pues vale. Ya ves tú qué problema.

— Vengo a decirte qué tienes agendado.— Le digo hojeando mi cuaderno.— En cinco minutos debería encontrarse en la sala de fotografías con el equipo de fotógrafos y por supuesto el modelo a fotografiar hoy para las fotos de este año de primavera: Michael Luís.— Explico.

— Capito, andiamo. — Ordena.

Lo dejo pasar frente a mi y camino detrás suya, siguiéndolo en silencio. A medida en que caminamos por el pasillo, las personas se apartan y lo saludan sonrientes, dándome a entender que es una persona a la que las personas aquí respetan y admiran mucho.

Nos metemos en el ascensor y a medida que este va bajando unos pisos, mi lado hiperactivo toma posesión de mi y empiezo a mover los pies en son de una canción que empiezo a tararear en susurros, no queriendo llamar su atención. Sin embargo, cuando puse mi mirada en el espejo del ascensor sus ojos ya estaban puestos en mí y yo por no decir nada, por no saber qué decir solo sonreí ampliamente en su dirección.

— ¿Siempre sueles ser así de alegre?— Me pregunta.

— La mayoría de veces, sí.— Afirmo.

È buono. — Musita.— ¿Esa marca en tu cuello tiene algo que ver con tu alegría?

¿Marca?

Cuando dice eso mi rostro se desconfigura y a la velocidad de la luz me miro al espejo buscando en qué zona de mi cuello posa esa marca y en efecto, ahí se encontraba un chupetón rojizo apenas visible, pero que el hombre aquí presente vio de una.

— Oh vaya, no lo había notado, lo siento.— Me disculpo enseguida sintiendo mis orejas arder.— Yo...

— ¿Por qué te disculpas?— Me pregunta y se ríe. — Solo estamos hablando. Además, es bueno que tengas una vida sexual activa.— Halaga encogiéndose de hombros, restándole importancia.

Angelo era un hombre sofisticado, elegante y agradable, que decía todo con suma calma y sonriente, que además parece importarle un culo todo lo que no tenga que ver con él. Me agrada.

MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora