~•EL JEFE•~

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•~Capítulo.22.~•

EGAN

El fin de semana pasó más lento de lo normal desde la ida al parque con hermana, hermano y amiga y la contratación. Hoy era un nuevo lunes en el que empezaría a trabajar con Angelo como su asistente personal.

Ayudándome con su explicación y con la información que busqué, además de mi lógica, me convencí de que no iba a ser un trabajo difícil para todo el salario que iba a recibir. Es más, ese salario iba a ser superior al que recibía en la cafetería en la que trabajaba con Chloe.

Pensé que iba a poder trabajar en ambos lugares, pero sabiendo de qué hora a qué hora deberé laborar en la empresa, no me da tiempo. Pero bueno, tampoco me voy a lamentar.

Ahora mismo me preparo para ir hacia mi nuevo trabajo, que debo decir que desde que informé a mi mamá y a mi hermana, ambas están contentas y eso me alegra, ya que cada vez queda menos para nosotras tener que irnos de esta vieja y cómoda casa.

Vestido con un pantalón de traje gris que mi madre se empeñó en comprar y una camiseta de manga medía blanca metido dentro del pantalón y un cinturón de cuero negro con broche dorado y por ultimo unos mocasines, doy por terminado mi outfit. Quiero pensar que voy profesional, ignorando mis tatuajes, que supongo que a día de hoy dan igual.

Tomo mi abrigo negro y una libreta que compré hace poco, de tapa de cuero negra, donde tengo pensado apuntar lo necesario. Salgo de mi cuarto y lo primero que veo es mi madre plantada en la puerta sonriendo alegremente en mi dirección.

— Te has vuelto tan grande.— Musita tapándose la boca, con los ojos cristalizándose de a poco.

Ruedo los ojos.— Mamá dices lo mismo por cada cosa que hago.— Me quejo y río.— Además, tengo veintitrés años, ¿Cuándo seré totalmente mayor para ti?

— Cuándo te salgan canas.— Asegura enseguida, totalmente decidida.

Me río negando con la cabeza, pasando por su lado con ella pisándome los talones.

— Feo, supongo que no desayunarás, llévate esto.— Me dice mi hermana nada más verme entrar al comedor, pasándome un termo de lo que debe ser café.— Y esto.— Me pasa mi cantimplora, donde debe haber depositado sangre.

— ¿Y cómo se supone que lleve todo esto, eh? Tengo dos manos, por si no te acuerdas. — Me quejo en su dirección, señalando mi libreta en mano, el termo y la cantimplora.

— Vamos, te acompaño, llorón.— Se burla.

— No.— Niego quitándole la cantimplora.— Me llevo esto y el café quédatelo tú, al fin y al cabo lo que más necesito es lo otro.— Le resto importancia.

— ¡Jo! ¡Con lo que me ha costado que me quede la espuma por encima como a ti te gusta! ¡Mamá, Egan no valora mis esfuerzos!— Grita ella a todo pulmón mirándome con reproche.

Antes de que mi madre diga algo, tomo la cantimplora ignorando los gritos de mi hermana y entre risas salgo riendo de casa, atreviéndome a voltear una y otra vez para asegurarme que la loca de mi hermana no me persigue.

[•••]

Durante el camino a la empresa me mantuve hablando por teléfono con Chloe, a quién me arrepiento de haberle contestado ya que en vez de preocuparse por si me estoy muriendo de los nervios por empezar a trabajar en un lugar tan sofisticado e importante como la empresa de Angelo o algo así, no, ella solo me llamó para saber si desde el día en que los cuatro quedamos y fuimos a la cafetería en algún momento he llamado o me ha llamado Dedrick, básicamente para saber si al final se dio uno de esos encuentros íntimos.

MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora