~•¿FRIDA?•~

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•~Capítulo.65.~•

FRIDA

Habiendo vuelto a donde el principio, espero con ansia a que Dedrick vuelva, mientras que invitados se acercaban a mi a entablar conversación, ya sea sobre Dedrick o el hijo que esperamos. Sinceramente, no les prestaba atención a sus comentarios o preguntas. Por algún motivo algo me decía que algo no estaba yendo bien o algo malo iba a pasar, pero no quería atreverme a adivinar.

Ahora mismo lo que más me preocupado es que mi estado de ánimo afectara al bebé. Quiero mantenerme tranquila y positiva, pero el hecho de sentir la mirada de Raina en la nuca como si buscara perforarme me está volviendo loca. Me miraba y aunque la evitara, podía sentir su sonrisa malévola.

— Y, ¿Cuántos meses lleva ya?— Pregunta una mirando con adoración mi barriga.

— Ya son casi ocho meses.— Contesto con una media sonrisa, no queriendo que me noten nerviosa.

—  Oh, entonces en nada nacerá.— Comenta otro.

— Que suerte.— Oigo murmurar a una.— Es la mujer de Dedrick Ritcher Klein, propietario de Rickle.

Sí, ¿Pero a qué precio?

Tacones resonaron a mis espaldas y por un segundo cerré fuertemente los ojos deseando que no sea quien creo que es. Sin embargo, la suerte nunca puede estar de mi parte.

— Si me disculpan, ¿Me dejan hablar un momento a solas con mi nuera?— Pregunta de forma amistosa, Raina.

Pocos segundos después en los que las personas que me rodearon se fueron marchando, encaro a Raina, frunciendo el ceño y con una línea recta en los labios.

— ¿Y mi hijo?— Me cuestiona.

— ¿Hijo? No sé de quién me hablas.— Gruño.

Hago el intento fallido de pasar por su lado e irme, pero toma mi antebrazo fuertemente, clavando sus uñas en el. Volteo a verla con un gruñido por mi parte, advirtiendo que me suelte.

— ¿Qué planeas comportándote así? Aunque hagas el intento de sacar los colmillos como hacen los verdaderos lobos, sigues siendo una inútil caniche que aún ni ladrar bien sabe.— Me echa en cara.— Repito, ¿Dónde está mi hijo?

No pienso permitir que sus palabras me hagan daño, mucho menos que afecten a mi ego y a mi autoestima, no ahora.

— ¿Qué clase de madre eres tú, Raina?— Le pregunto con el dolor y la tristeza cargada en la garganta.— ¿Tienes la menor idea de lo que sufre Dedrick a causa tuya? ¿Alguna vez has pensado en ponerse aunque sea un maldito segundo en su lugar? Es más, ¿Realmente amas a tu hijo?— Le cuestiono.

Para este entonces ya no sé ni porque le estaba haciendo estas preguntas cuando ya sabía a la perfección las respuestas o al menos, las intuía.

— ¿Quién te crees que eres para...?— Antes de que siquiera se atreviera a echarme en cara nada, la callo.

— No me vengas con esas.— La interrumpo.— Debería darte vergüenza hacerte llamar madre cuando ni las aptitudes, el carácter ni nada tienes que se le pueda atribuir.— Le echo en cara soltándome de golpe de su agarre.— ¿Tú hijo? Mejor llámalo por su nombre.

MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora