~•EGAN GARAGAD•~

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•~Capítulo.107.~•

EGAN

Mi mamá, no es mi mamá. Es yo ya lo sabía.

Mi mamá de verdad, está muerta. Su marido la asesinó.

Asesinaron a mi mamá por serle infiel a su marido y por ello, tenerme a mi.

Soy un hijo ilegítimo, es decir, bastardo.

Pertenezco en parte a la primera rama familiar de un clan, del Clan Garagad.

Tengo doce primos y un hermano mayor.

Mis antepasados fueron conocidos como reyes y a su vez, como asesinos despiadados que cometieron genocidio.

Su aspecto se debe a la ingesta de sangre de seres vivos tras asesinarlos.

Firmaron un tratado de paz que evitaba que siguieran cometiendo genocidio y la ingesta de esa sangre y se les permitió ser parte de la sociedad.

Son dueños de una infinita riqueza.

El asesino de mi mamá murió a causa de una enfermedad.

A mi también me quisieron matar y por petición de mi mamá, Delia me salvó.

Delia y mi mamá fueron, por así decirlo, amigas.

Por petición suya, Delia me crió y me puso el que ahora es mi nombre.

Mi cabeza aún está asimilando parte por parte lo que me ha contado Káiser con tanto detalle. Lo miro estupefacto. No sé qué decir.

— Te traeré algo para beber.— Me dice dando una caricia a mi cabello.

No digo nada.

Tal y como dijo que iba a hacer, a los tres minutos ya se encontraba adentrándose al cuarto y acercándose a mi con una copa de lo que sería sangre fresca.

— Ella... ¿Ella me quería?— Murmuro con la mirada perdida.

— Créeme que si.— Asegura.— No por nada le pedio a la señora Delia que huyera contigo y te pusiera nombre.

— ¿Cómo sabes tu eso? Eras un niño.— Inquiero.

— En aquel parto no solo asistió Delia, sino otras empleadas. De lo que sucedió en esa habitación todo Dios se enteró.— Dice.

Asiento dándole a entender que lo he entendido.

— Tu padre quiso asesinarme, ¿Tú como su hijo, ese deber no es tuyo ahora?— Le cuestiono volteándome a ver.— Que te pregunte no significa que me vaya a dejar matar, eh. Aviso. Te será difícil.

Ríe negando con la cabeza.

— ¿Cómo voy a querer matar a mi único hermano?— Pregunta de vuelta, cesando su risa.— Recuerdo mis palabras cuando mi madre yacía muerta y miré a mi padres, quien miraba a mamá con desprecio y le pregunté: Papá, ¿Y mi hermano?. Furioso, me abofeteó y me gritó que no eras mi hermano, que no tengo hermanos y que nunca tendría ninguno, que te encontraría y te mataría. Lloré día y noche. Me preguntaba con quien jugaría y a quien cuidaría entonces.— Relata con clara añoranza.— Padre me prohibió llorar por mamá y por ti, y si lo hacía entonces me abofeteaba. Entonces me acostumbré a llorar a solas, a escondidas...

MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora