~•ME MARCHO•~

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•~Capítulo.28.~•

ADA

Vale, definitivamente lo jodí todo.

Gritos por parte de Edel y mi hermano se podían escuchar en cada rincón de la mansión. Para mi, que ya era costumbre, solo pude quedarme entre los dos hombres aquí presentes, tratando de que al menos mi hermano no pierda los nervios y le suelte un puñetazo al otro.

— ¡Maldita sea Edel, déjame vivir mi vida!— Grita mi hermano a todo volumen.

¿Cómo empezó todo esto? Fácil. Bastó ver a mi hermana bajar de las escaleras junto a un desconocido y todos los sentidos de Edel se pusieron en alerta. Hubo un principio en el que Armin trató de aclarar que solo era un amigo, luego claro está que los celos de Edel tomaron control del asunto y pues al final los dos perdieron los estribos.

No tengo que recordar que esto no es la primera vez que pasa.

— Vamos, no seáis así, joder.— Me entrometo pero soy ignorada.

— ¿En serio tengo que aceptar el hecho de verte con otros hombres?¿Así sin más?— Le cuestiona Edel, dolido.— No me jodas Armin, esta discusión la hemos tenido una y mil veces. Pareces hacerlo aposta. ¿En serio es de esta manera que quieres terminar con ambos?— Argumenta acercándose violentamente al otro.

Uno es mi hermano y el otro es uno de mis mejores amigos. Sinceramente, desde un principio he estado de parte de mi hermano, pero claro, odio ver destrozado a Edel.

Su amor con esa pizca de enfermiza obsesión le ciega, negándose a aceptar que mi hermano pueda ser feliz si no es con él o que él mismo pueda ser feliz si no es con mi hermano, no dándose cuenta de cuánto se hiere a sí mismo.

— Vale Edel, te voy a hacer una pregunta y me la vas a contestar sin irte por las ramas.— Dicta mi hermano dando pasos hacia él.— ¿Qué quieres que haga? Ya tienes claro que no voy a corresponder a tus sentimientos, entonces quitando eso, ¿Qué me recomiendas?— Le echa en cara.— ¿Te sientes mejor si me quedo en un rincón sin hablar con nadie aparte de mi hermana, Dedrick y tú? ¿Te sentirás más lleno si no follo con nadie? Dime, ¿Qué me sugieres?— Vacila con la rabia cargada en la garganta.

Mis ojos se sumergieron en lágrimas cuando a medida que mi hermano le preguntaba eso se le quebraba la voz y como mi amigo bajo la mirada a sus pies, con clara perplejidad. Me quité de en medio y me dejé caer sentada en uno de los sofás rezándole a la Diosa Luna que esto no acabara como algo me decía que iba a acabar.

En modo de rezo entrelazo mis manos y las pego a mi boca, susurrando uno y mil rezos, y eso que no soy religiosa

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En modo de rezo entrelazo mis manos y las pego a mi boca, susurrando uno y mil rezos, y eso que no soy religiosa.

— Yo... Yo no sé, Armin.— Musita Edel.— ¿Qué quieres que te diga?

MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora