~•TRES DE LAS SIETE VIDAS•~

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•~Capítulo.83.~•

MICHAEL

¿Porqué mierda no pasa ningún maldito taxi aún? ¿Acaso no son conscientes de que a estas horas la gente sale de fiesta y es la única forma de volver a casa? ¡Joder! ¡Maldita sea!

Todo me sale mal...

¿Porqué todo me sale mal?

Las calles están oscuras, lo único que ayuda son los pocos coches que alumbran al pasar o las farolas que alumbran  cada dos metros qué camino.

Vestido con unas botas de cuero negras, unos pantalones ajustados negros y una camisa negra casi transparente, con un cinturón de cadena y una cazadora de pelo blanco. Tenía pensado salir, tomar algo y despistarme un poco. Pero nada, tenía que encontrarme con ese cavernícola que para colmo se creía que tenía alguna oportunidad conmigo. ¡Por favor, que no me haga reír!

A causa de eso ahora tengo los nudillos morados e hinchados.

La calor y el dolor de huesos me abandonó tan rápido ese imbécil dejó de tocarme. ¿Eso experimentaré ahora siempre que otro que no sea mi alma gemela me toque? ¡Maldita existencia! ¡Odio ser un Omega! Estamos destinados a ser débiles y dependientes hasta el final de los tiempos. Si al menos tuviese la oportunidad de alejarme de Edel yéndome al otro lado del mundo, esto no pasaría.

— ¡Puta vida! ¡Putos todos!— Chillo a la nada.

Estoy enojado, estoy frustrado, estoy triste y quiero llorar, ¿Y lo peor de todo? Lo peor de todo es que no tengo ni amigos con los que desahogarme y seguramente si llamara a Egan lo único que conseguiría es que me mande a tomar por culo o me bloquee y con razón. Lo traté como una mierda y ahora, por la cara, no puedo hacer como si nada hubiese pasado. No lo merezco.

— Estoy destinado a estar solo.— Murmuro pateando una lata en el suelo.

— Hasta que por fin te encuentro.— Oigo a mis espaldas y me congelo.— ¿Creíste que te ibas a librar de mi?

¿Y este imbécil como se llamaba?

Lo miro de arriba a bajo con asco, viendo como respira entrecortadamente por la maratón que se debe haber pegado intentando encontrarme. Veo su nariz vendada y ante ello, me río.

— Mira, me dolía la mano, pero viendo lo que causé me duele menos.— Río.

— Sí, ríe, ríe todo y cuánto quieras, a ver hasta cuánto dura tu felicidad.— Gruñe dando grandes zancadas hacia mi.

¿Y yo qué hago? Correr, correr porque mis nudillos ya no dan para más.

Intento correr lo más rápido que puedo, pero luego recuerdo que en educación física siempre suspendía las pruebas de resistencia. Aún así, ya sea por la adrenalina o el miedo a lo que me vaya a hacer si me alcanza me da la oportunidad de no rendirme. Las pocas personas que pasan por la calle nos miran y ante eso soy capaz de gritar que llamen a la policía.

E hice mal, hice mal en girar la esquina y darme entrada a un callejón sin salida, en un callejón en el que un gato negro me daba la bienvenida, maullándome. Me doy la vuelta enseguida queriendo volver por mis pasos, pero su enorme cuerpo se interpone en la única salida del callejón. Con los ojos muy abiertos y la respiración muy acelerada doy pasos atrás tratando de que no se acorte la distancia.

MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora