~•EL HOMBRE DE TRAJE OSCURO•~

1.2K 149 17
                                    

•~Capítulo.60.~•

ANGELO

Mi mamá se llamaba Chiara Greco. No había día en el que no me recordara cuánto me amaba. A mis nueve años solo tenía conocimientos de mis padres y la escuela. No teníamos mucho dinero y apenas llegábamos al alquiler y alimento.

Siendo vampiros y teniendo que pagar constantemente al hospital para poder acceder a una o dos simples bolsas de sangre era una locura en ese entonces.

Madre trabajaba en una fábrica textil pero de un día para otro se lesionó una pierna, razón por la cual tuvo que dejarlo. Su último pago salarial nos salvó durante unos pocos meses, pero después, como era de esperarse, se terminó.

Mi padre se llamaba Paolo Di Luca. Él a diferencia de madre parecía convivir con nosotros por obligación o básicamente por lo que nos unía: conmigo por sangre y con Chiara por el supuesto "Hasta que la muerte nos separe". Era más que evidente que no nos amaba. Traía dinero a casa pero nunca hubieron palabras o acciones por su parte que demostraran el amor de un padre y un esposo.

Chiara se aferraba a la poca atención que nos brindaba el otro. ¿Y yo? Yo llegué al punto en el que empecé a ignorar todo lo que sucedía en casa. Todo con tal de que doliera menos.

Quizá no tuve que hacer eso, quizá así hubiese sido capaz de ver lo que se avecinaba.

Claro, lo pude ignorar todo, todo hasta ese día en especial...

Día en el que volvía de ese infierno al que muchos niños llamábamos "colegio". Llegué a casa y el llanto de mi madre inundaba la casa, dándome la bienvenida.

Corrí preocupado a ella, asustado y con el corazón en la garganta. Y la vi. Ahí se encontraba ella, tirada en el suelo de la sala, ocultando su rostro entre sus brazos cruzados. Su cuerpo temblaba y sollozos escapaban de su garganta.

— ¿Ma-Mamá?— Me atreví a articular mientras me arrodillaba frente a ella.— ¿Qué pasa? ¿Porqué lloras?

Pero no obtuve respuesta. La tristeza, ansiedad y desesperación me consumieron. La cabeza me empezó a doler. El pecho se me oprimió. Mi mano temblorosa se posó sobre su espalda y como si mi toque quemara, reaccionó levantando la mirada de golpe, como si se acabara de dar cuenta de mi presencia.

Sus ojos rojos, su rostro rojo y empapado en sudor y lágrimas, su nariz moquienta y su boca salivando fue la primera imagen que vi.

— ¿Mamá?

Una nueva expresión se instaló en su rostro. No era el típico enfado de una madre lo que mostraba su expresión, no era como cuando un hijo no ordena su cuarto o llega tarde a casa, no. Era odio, desprecio, resentimiento, rabia... Sus ojos se escudriñaron en mi dirección, como si no me conociese.

— Tu papá nos dejó.— Pronuncia ida.— Nos ha dejado, nos ha abandonado... No lo volveremos a ver nunca más.

Sentí como si un balde de agua fría me hubiese sido arrojando sin previo aviso. Mi cuerpo se paralizó, mi boca se secó y mis ojos picaron amenazando con llorar.

— Tu papá no resultó ser más que una basura.— Escupió poniéndose en pie, pasando por mi lado, dejándome en el suelo y arrastrando su pierna lesionada alejándose de mi.

MI SALVAJE ADICCIÓN (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora