Todos habían bebido bastante pero Ovidio y Alfredo estaban muy borrachos.
"Creo que es hora de irnos," Iván dijo.
Iván tomó a Alfredo y lo ayudó a levantarse.
"¡FAUSTO!" Iván gritó.
De pronto llego un hombre.
"Dígame, señor"
"Llévate Alfredo a la camioneta," ordenó.
El hombre puso el brazo de Alfredo alrededor de su cuello y lo tomó de la cintura para llevárselo.
Mire a Ovidio y ya se encontraba dormido en la silla.
"Dile a sus hombres que lo metan a la casa," Iván dijo.
"¿Me vas a dejar así con el?" Pregunté.
"¿Que tiene?"
Si en sus cinco sentidos fue capaz de secuestrarme no quiero pensar que sea capaz borracho. Pero pesándolo bien creo que así puedo aprovechar y escaparme de aquí.
"Iván... ¿podrías sacarme de aquí? Te juro que nunca dire nada."
Él me miro y se empezó a reír a carcajadas.
"De aquí no sales a menos que Ovidio lo diga," él dijo.
"Él me trajo a la fuerza. Yo no quiero estar aquí," supliqué.
"Ya cállense," Ovidio dijo entre dormido y despierto.
Iván se acercó a él y lo tomó del brazo.
"Ayúdame a llevarlo a su habitación," Iván me ordenó.
Entre Iván y yo logramos llevar a Ovidio a su habitación en el segundo piso. Cuando llegamos a su habitación Iván lo aventó a la cama como un trapo viejo.
"Cuidado, lo puedes lastimar." Proteste.
Iván giró los ojos de fastidio.
"Estará bien," dijo Iván y después salió de la habitación.
Corrí atrás de Iván porque el era la única persona que me podía ayudar en este momento.
"IVÁN!" Grité bajando las escaleras pero por distraída perdí el balance y estuve apunto de caer por las escaleras pero Iván me agarro.
"¿Estas bien?" Pregunto Iván.
"Si, creo que si."
"Nosotros nos tomamos las cervezas pero creo que a ti te hicieron efecto," bromeó Iván.
"¿Puedes llevarme a mi habitación, por favor." Dije porque sentía un poco de dolor en mi tobillo.
Iván me cargo en sus brazos sorprendiéndome. Llegamos a mi habitación y me recostó delicadamente sobre mi cama a comparación de cómo aventó a Ovidio.
"¿Te lastimaste?" Pregunto Iván.
"Creo que solo me lastime el tobillo pero nada grave," respondí.
"Ponte un poco de hielo para que estes mejor," él dijo.
"Lo que me haría sentir mejor sería que me dejaran ir a mi casa," dije bajando la mirada.
"Ovidio dijo que serían por unos días."
"Gracias de todas formas," le sonreí.
Creo que era ahora de darme por vencida. No podré salir de aquí a menos que Ovidio lo ordene o peor muerta.
"No te preocupes, estarás bien." Iván sonrió para después marcharse de mi habitación.
Me encontraba en mi habitación sin poder dormir por el miedo de que Ovidio entrara a mi cuarto y me hiciera algo. De la nada se me vino la brillante idea de buscar mi teléfono en el cuarto de Ovidio y será más fácil porque está tan borracho que no creo que se dé cuenta.
Entre a la habitación de Ovidio despacioso para no hacer ruido. Lo mire para ver si se encontraba despierto pero estaba completamente dormido parecía muerto que tuve que checar si aún estaba respirando poniendo mi mano sobre su cara para sentir su respiración caliente. Cuando termine de checar si aún respiraba empecé a buscar en los cajones de su mueble pero solo encontraba su ropa interior, calcetines, camisas y pantalones. Mire para todos lados y mire un ropero muy grande y alto y arriba de él había una caja.
"Ya te encontré," murmure
Me acerqué al mueble pero era enorme, era imposible que yo pudiera bajar esa caja. Mire para todos lados y encontré un pequeño sillón y lo tome para poder subirme a él. Me subí lo más despacio y cuidadosamente para evitar caer y hacer ruido. Cuando por fin tuve la caja en mis manos me baje de inmediato. Pude notar que Ovidio comenzó a moverse así que me quede quieta hasta que se quedó quieto en la cama.
"Adriana," escuché susurra a Ovidio.
Lo mire de nuevo para ver si estaba despierto pero el seguía profundamente dormido. No quiero mentirles pero me dio curiosidad de saber quien era esa tal Adriana.
Me dirigí a la ventana para poder ver con la luz de la luna. Puse la caja en el suelo y me puse de rodillas para poder abrirla. Cuando estaba apunto de abrirla sentí una mano en mi hombro. Me congele por completo.
"¿Que vergas estás haciendo?" Escuché la voz de Ovidio atrás de mi.
Trague saliva. Tenía miedo de voltear y verlo. Sentí mis manos sudorosas y estaban temblando.
"¡CONTÉSTAME!" Grito Ovidio haciendo brincar del susto.
Ovidio tomó la caja de inmediato. Me levante del suelo de inmediato para tener mas oportunidad de salir corriendo.
"Perdón," dije nerviosa.
Ovidio estaba furioso que sentía que en cualquier momento esto iba a acabar con el pegándome o darme un disparo.
"¿Quien te dijo que podías tocar esto?" El pregunto.
"Ovidio, yo solo estaba buscando mi teléfono." Dije.
"¿Estas sorda o que? Ya te dije que por el momento no te lo puedo dar," el respondió aun sacando humos por la cabeza.
"Perdón," repetí.
"Que te quede bien claro, no quiero verte aquí en mi cuarto esculcando mis cosas porque me vas a conocer, ¡¿ENTENDISTE?!" Grito.
Yo solo me quede parada congelada sin saber qué hacer o decir.
"Yo no quiero estar aquí. Quiero irme a mi casa," fue lo que salió de mi boca.
El me agarro del brazo fuerte y me jalo hasta llevarme a mi cuarto para después aventarme a mi cama.
"Aquí se hace lo que yo digo. Soy Ovidio Guzmán y soy el rey," dijo.
Le aventé una almohada pensando qué tal vez eso lo lastimaría pero como estaba tan asustada no estaba pensando claro.
"Eres un maldito delincuente y cuando salga de aquí te lo juro que no descansare hasta verte en una maldita celda," dije sin pensar.
Al escuchar eso causó que Ovidio se riera a carcajadas. Mire que el había bajado la guardia así que me levante de la cama y corrí a la puerta para después bajar las escaleras a toda velocidad. Giré mi cabeza y Ovidio venía atrás de mi.
"¡DAILA!" El grito pero yo seguí bajando las escaleras.
Al llegar abajo me topé con Iván quien estaba sorprendido y confundido. Al verlo sentí un gran alivio y una emoción. Sin pensarlo abracé a Iván llorando.
"Iván," susurré.
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