LXXIII

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DOS SEMANAS DESPUÉS

"Ovidio," escuché por segunda vez.

Abrió mis ojos y mire a Alfredo cerca de mi cara casi me daba un beso. Me moví de inmediato al otra lado de mi cama.

"No seas puto casi me das un beso, pendejo." Dije molesto.

Odiaba que me despertaran porque me ponía de malas.

Me levante de la cama y me senté en la orilla dándole la espalda a Alfredo.

"¿Que quieres?" Pregunté pasando mis dedos entre mis cabellos para acomodarlo y desenredarlo un poco.

"Que chulo te mirabas durmiendo," se burló.

"¿Quien fue el pendejo que te dejo pasar?" Pregunté.

"Mejor vete a lavar la baba," dijo él.

Me levante de la cama y me fui directo al baño para echarme un poco de agua fría en la cara para despertar un poco. Salí del baño con una pequeña toalla secando mi cara y después la aventé sobre la cama. Alfredo estaba mirando por la ventana un poco inquieto.

"¿Que traes tu?" Pregunté sentándome en la orilla de la cama de nuevo.

"¿Aún no sabes nada de Iván?" Preguntó el girándome a ver.

"No."

"Escuché a Néstor hablar con él,"

"¿De putas?" Reí un poco pero el tenía una cara seria así que deje de reírme.

"No."

"Pues dime. Pareces películas de misterio," dije.

"Escuché que quieren secuestrar al hijo del presidente para poder negociar," Alfredo confesó.

Sentí como desperté.

"Quiere que el presidente le de seguridad para que podamos cruzar el triple de la mercancía," él siguió.

"Pero eso nos puede chingar," dije.

Creo que Iván se le zafó un tornillo. Esa idea nos puede causar muchos problemas. Pueda que funcione pero también puede que nos agarren a todos por el secuestro del hijo del presidente.

"Creo que por eso anda escondido porque está planeando todo," Alfredo dijo.

"¿Ya sabe Don Mayo?" Pregunté.

"Creo que si pero le dio su apoyo," dijo.

Pensé que Don Mayo rechazaría ese idea pero este viejo ya le vale madres todo ya que el casi no corre peligro porque es capaz de entregar a Iván para salvarse.

"¿Donde está Néstor?" Pregunté.

"Se fue con Iván hace rato," él respondió.

Quería ir hablar con Don Mayo pero les prometí a mis hijas llevarlas a comer y no me gusta quedar mal con ellas y más ahorita que Adriana me sigue chingando con lo mismo de que ya no me importan mis hijas.

"Déjame hacer unas cosas y al rato te veo," dije.

*HORAS DESPUÉS*

Entre a la casa y solo mire algunos juguetes en la sala.

Puse mis cosas sobre la pequeña mesa que había junto de la puerta para después ir a buscarlas.

"Señor, la señorita Adriana y las niña salieron a comprar algunas cosas." Escuché una voz de una mujer mayor.

"¿Sabe a qué hora regresarán?" Pregunté.

"Se fueron hace una hora y usted sabe que la señorita Adriana tarda mucho con las compras," ella dijo y después se retiro.

Me fui a sentar en el sofá a ver la televisión a esperarlas.

Odiaba que Adriana hiciera esto. Ella sabía muy bien que día venía a ver a mis hijas y siempre se las llevaba de compras por horas. Sabía muy bien que lo hacía al propósito para que yo me quedara a dormir en la casa.

Estaba mirando una película pero mis ojos se estaban cerrando hasta que caí en un sueño profundo.

"¡Papi!" Escuché una voz de una niña.

De la nada sentí como alguien brincaba en el sillón.

Abrí los ojos y mire a Tania brincando en el sillón muy emocionada. Ella se aventó a mi haciendo que me despertara.

"Mi princesa hermosa," dije dándole besos en toda la cara mientras ella se moría de la risa.

"Papi, tu barba me hace cosquillas." Ella dijo riéndose más fuerte.

Mire a Viviana quien venía con una carita triste.

"¿Que pasó, princesa? ¿Por qué anda agüitada?" Le pregunté.

Adriana estaba a su lado con los brazos cruzados y con una cara de pocos amigos.

"Esta enojada porque no le quise comprar algo en el centro comercial," Adriana respondió por ella.

Tania se sentó en mis piernas abrazando mi cuello mientras yo la tenía agarrada de la cintura.

"Ya sabes que no me gusta comprarles todo porque luego se vuelven malcriadas," Adriana dijo.

Se me hacía muy raro que Adriana no le comprara lo que Viviana quería ya que todo el tiempo ella se iba de compras y llegaba como con 100 juguetes para las niñas. Yo siempre le decía que no las consintiera pero me ignoraba y ahora resulta que ya cambio de opinión.

"¿Que querías que te comprara tu mami?" Le pregunté a Viviana.

"Quería que me comprara el disco de Daila," ella respondió triste.

Ya salió el peine, con razón no le quería comprar nada a Viviana.

"Que te parece si cuando saques un diez en la escuela yo mismo te llevo a comprar ese disco," propuse.

Su carita se iluminó de alegría.

Mire a Adriana quien echaba humos por la cabeza.

"Gracias papi," Viviana sonrió.

"Si se vuelven malcriadas será tu culpa," Adriana dijo y después se fue enojada.

Toda la noche me la pase jugando con ellas hasta que quedaron rendidas. Lleve a cada una a su cuarto para después irme. Baje al primer piso y estaba apunto de abrir la puerta cuando escuché pasos.

"¿Vas a ver a tu puta?" Escuché.

Giré mi cabeza y mire a Adriana en su bata de dormir.

"Hoy no tengo ganas de discutir. Tengo un chingo de problemas y vienes tú a estar chingandome con lo mismo," dije enfado.

"Ya no deberías estar ahí como pendejo atrás de ella cuando ella anda divirtiéndose con otro," Adriana dijo.

"Diles a las niñas que vendré pronto," dije y después me salí de inmediato.

Me dolía en el alma que Adriana tuviera la razón sobre Dalia. Yo estoy aquí portándome bien cuando ella se está besando con ese pendejo.

Estaba que me llevaba la fregada así que me dieron ganas de tomar y divertirme un poco.

Saque el radio y llame a uno de mis hombres que venían atrás de mi en las camionetas.

"Dígame, patrón." Escuché por el radio.

"Cómprame unos cartones de cervezas y unos tequilitas y tráete a unas plebes con silicon para mi casa de seguridad," ordené.

"De inmediato patrón," respondió él.

Necesito despejar la mente.

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